domingo, 3 de julio de 2022

Un tráfico secreto de luz

Emanuele Coceia defiende en un ensayo importante y agotador que la vida no es un asunto individual, sino que se transmite entre especies


Estudio de mariposas y otras especies, por el flamenco Jan van Kessel, el Viejo (1626-1679). heritage images (getty)

POR JUAN ARNAU

Este es un libro importante. Y excesivo. Un vegetal irregular, imparable, que crece en las sienes del lector. Leerlo resulta agotador (para mí lo ha sido), pero es fundamental hacerlo. Es un libro indígena, védico, ofrece una cosmovisión radical, antigua, olvidada, que, paradójicamente, tiene más actualidad que nunca. Kafka lo advirtió. La metamorfosis es una idea espantosa, antimoderha, que fue natural y sensata en la Antigüedad. ¡Cuánto camino recorrido! Nos hemos alejado de Ovidio y de Platón, del antiguo Egipto y la India, como quien huye de una pesadilla. Pitágo-ras hizo de la metamorfosis el eje de su filosofía, y nosotros la ciframos en el número. Pero la metamorfosis desafía el fundamento de todos los números: la identidad.

Tan cierto es que la Tierra da vueltas alrededor del Sol como que el Sol da vueltas alrededor de la Tierra. Todo depende de la elección del lugar de observación. Las revoluciones dejan las cosas como estaban. Simplemente invierten la situación, pero sabemos que en el universo no hay arriba ni abajo. La revolución co-pernicana fue una ilusión. El objetivismo es bíblico: proyecta la idea de un Dios que crea el mundo y lo contempla desde fuera. Un prejuicio que nos lleva a creer que el sistema solar real es el que vemos desde fuera. Y la Tierra, esa canica azul que flota rodante en la inmensidad. La elección prefigura la geometría del universo, y ella es la prerrogativa de lo vivo. La ilusión moderna ha sido supeditar lo vivo a lo geométrico. El mundo al revés.

Pero la filosofía y la propia física (ya sea relativista o cuántica) nos han ofrecido una escapatoria. La geometría, o cualquier otro modelo teórico,-se encuentra supeditada al ejercicio de la libertad, es decir, a la condición de viviente. El viviente ha de elegir qué medir y cómo medir. O mejor, qué observar. Pues el hecho de observar no implica la necesidad de una medición (tan perentoria para los mecanismos y las máquinas). La biología, que quiso ser más materialista que la física, se descarrió arrastrada por ésta, y no ha sabido dar el giro que dio aquella, al menos por ahora.

Coceia deja caer proposiciones salvajes. La vida no es un asunto individual. Es una corriente que se transmite de cuerpo en cuerpo, de especie en especie. Nuestra vida comienza mucho antes del nacimiento y se termina, si es que lo hace, mucho después de la muerte. No hay oposición entre lo vivo y lo inerte. Descartes fue el hacedor de esa discontinuidad, que ahora se borra. Volvemos al mediterráneo pagano. Todo está lleno de vida y libertad. Los seres se transforman unos en otros según ganan en inteligencia o estupidez (Platón). Uno puede convertirse en ángel, pero también en piedra, dependerá del ejercicio de su libertad. La dureza mineral como destino de ciertas cabezonerías. Allí también está la vida, más lenta, más obtusa. Todos somos Gregor Samsa.

Todo espacio habitable debe ser respirable. Los dioses respiran éter, nosotros aire. El aire hace posible el soplo de la vida. Pero el aire es un subproducto de la vida vegetal, es consecuencia de su metabolismo. El mundo es más una entidad vegetal que zoológica. Las plantas crean el rostro de nuestro mundo, de cada ser vivo. "Si la mente es un asunto de átomos, tejidos y moléculas, entonces está en todas partes, en toda especie viviente. La biología es una fenomenología de la mente cósmica. Y la razón se expresa mediante formas no humanas que heredamos e interiorizamos". Coceia lanza su afirmación más audaz (que compartimos). "Esta es la gran mentira de la neurobiología: el intelecto no es un órgano, sino que siempre existe fuera del cuerpo de todo individuo viviente". La miente como medio ambiente. La idea es muy budista. Para el budismo no hay espacios al margen de los seres, sino que es la mente de los seres la que crea los espacios, los diferentes ámbitos de la existencia, ya sean infiernos o paraísos. Un buen espacio no es una buena arquitectura, sino un buen paisaje mental, creado por sus habitantes. No se trata de cimientos o estructuras, sino de actitudes y mentalidades. Lo que llamamos mente es la evolución interespecies. Cada especie es a la vez artista y comisario de otras especies. Peces, plantas, pollos y bacteria son mentes para sí y para otras especies. Toman decisiones, modifican el ambiente. Al reconocer en la planta un rasgo humano estamos reconociendo en nosotros un rasgo no humano. El mundo traza su destino en función de las relaciones entre la sensibilidad y la inteligencia de infinitas formas de vida. La evolución interespecies es la mente del mundo. Y se trata más de una colaboración artística que de una competición.

En el cielo los antiguos buscaban descifrar el porvenir. Hoy sabemos que lo que vemos en el firmamento es el pasado. Para conocer el futuro ño debemos elevar los ojos, sino mirar "hacia ese pedazo de cielo que es nuestro propio planeta". El planeta es nuestra carne futura. El futuro jamás proviene del exterior. Un virus es una forma anárquica, más libre, porque existe fuera de la estructura celular (fuera del hogar). Pero el virus es la fuerza que permite que el cuerpo se desarrolle, es pura potencia de metamorfosis, un poder que flota, en la superficie de otros cuerpos. "El porvenir es el hecho de que la vida y su fuerza están por todas partes y no pueden pertenecer a ninguno de nosotros, ni como individuo ni como nación, ni como especie". Coceia sube su apuesta: "No debemos vacunarnos contra el virus del tiempo. Nuestra carne jamás dejará de cambiar. Debemos estar enfermos, muy enfermos, sin temor a morir".

Las plantas acumulan luz de las estrellas, las vacas rumian esa luz, nosotros ingerimos las vacas. Y vida equivale a universo, pues todo está vivo. Incluso los átomos respiran luz, la absorben y la emiten, como si de un lenguaje se tratara. Los seres vivos son depósitos de la luz de las estrellas. "Una manzana, una pera o una patata son pequeñas luces extra-terrestres encapsuladas en la materia mineral de nuestro planeta.», la misma luz que busca cada animal en el cuerpo de otro cuando come". La vida es un tráfico secreto de luz.


Metamorfosis. La fascinante continuidad de la vida

Emanuele Coceia

Traducción de Pablo Ires

Siruela, 2021.216 páginas. 18,95 euros




El Pais, Babelia nº 1.577, sábado 12 de febrero de 2022


No hay comentarios:

Publicar un comentario