martes, 17 de julio de 2018

Gilgamesh

"Y tú, Gilgamesh, tú que llegaste aquí tras un viaje muy largo y peligroso, regresa a casa tranquilo y con el alma serena, y no te obstines en recuperar la fuerza de tus primeros años, porque la planta de tus latidos, la flor de la vida, el remedio contra la angustia no existen. La vida se nos escapa entre los dedos, rey de Uruk, y lo único que puedes hacer es vivirla".

viernes, 6 de julio de 2018

Ciencia-ficción jurásica

Un español inventó la máquina del tiempo antes que H.G. Wells. Puede parecer increíble, pero es así. Internet permite ahora recuperar estas y otras historias fantásticas de hace un siglo.



Don Sidulfo García, zaragozano solterón, astilló una idea revolucionaria de se cráneo después que su sobrina y su criada rechazaran sus propuestas eróticas. ¡El anacronópete! ¡Una máquina del tiempo! La idea que desollaría la historia, que inventaría un mundo nuevo (con sobrinas y criadas sumisas, por supuesto). En 1887, el escritor madrileño Enrique Gaspar concibió la primera máquina del tiempo de la literatura de ciencia-ficción, ocho años antes de la mítica The time machine, del ingles H.G. Wells.

¿El anacronópete? Incluso es complicado de vocalizar. La novela andaba desaparecida, gravitando en la memoria de algunos lectores centenarios. Hace dos años la Asociación Española de Fantasía y Ciencia Ficción (AEFCF), escarbó en los rincones de bibliotecas privadas hasta que encontró la milagrosa máquina. En la exploración, tres clásicos españoles más esperaban ser desenterrados de los musgosos anaqueles: El último héroe (1913), El secreto de Lord Kitchener (1914) y El amor dentro de 200 años (1932).




Una idea peligrosa

 Sindulfo había diseñado una nave cuadrúpeda –ensartada por cronómetros y barómetros- que se abastecía de electricidad. El ovni lucía cuatro cucharas gigantes atadas en los ángulos con el fin de arrancar la costra de gérmenes atmosféricos que, según el hidalgo, forman el tiempo. El mecanismo era sencillo: sobrevolar la Tierra en sentido contrario hasta llegar al pasado. “Es una obra que tiene la ingenuidad de cualquier novela de principios de siglo. Si hay que viajar en globo a Venus se viaja y no se plantea como se va respirar”, explica Javier Romero (32 años), portavoz de la AEFCF.

 Ingenuidad que se conserva fresca. Las cuatro ficciones acaban de ser editadas en disquetes por la asociación después de una meticulosa labor: escanear los únicos libros que se conservan. “Son los textos que no se había vuelto a publicar desde su primera edición (aunque el Circulo de Lectores ha lanzado hace poco la obra de Gaspar) y lo que buscamos es que se conozcan”, agrega Romero. Las novelas estás libres de derechos de autor y la AEFCF las ofrece gratuitamente a quienes contacten con ellos a través de la Red.

La novela El anacronópete vendió en su momento 10.000 ejemplares, un best seller para la época. El culebrón de un vejete que invertía la herencia de su esposa (muda) en un artefacto exótico realmente destinado a seducir a su rolliza sobrina, entre otros fines, enganchó a los lectores.



Mentes calenturientas

 El tono de las novelas es más visceral que científico. En El último héroe (1913), su autor, Roque de Santillana (agobiado por la inminente guerra), crea un Superman con poder para pulverizar Ejércitos, no con rayos X, sino con un pedazo de minicañon nuclear. En El secreto de Lord Kitchener (1914), de Domingo Cirici, la guerra es un hecho, pero tiene un sorpresivo invitado: España. El país recibe la unción por solicitud encarecida de una tal miss Pankurst, una especie de Thatcher primigenia.

“Pronto correréis como gallinas, ¡oh, cobardes germanos!, cuando pisen vuestros talones los bravos soldados de España, los descendientes de aquella raza invencible y generosa que fue asombro del mundo”. Los ingleses (azuzados por la aviación alemana), de repente se confesaban admiradores de los vecinos del sur al punto de publicarlo en sus periódicos.

“De la novela de Cirici se editaron unos doce mil ejemplares en España y cuarenta mil en Alemania”, asegura Agustín Jauregitzar (66 años), propietario de la rarísima biblioteca (5.000 libros de ciencia-ficción), donde dormían las curiosidades literarias ahora recuperadas. En aquel enjambre de alucinaciones y visiones científicas, la prehistoria española del género posee unos saurios considerables. “Un manuscrito español de 1541 tiene el mérito de ser el primero en hablar de un viaje a la Luna. Lo escribió un cura, Juan Maldonado. Desde esa fecha hasta comienzos del siglo XX existen unos cuarenta libros reseñables”, comenta Jaurengitzar mientras nos enseña su colección.

Y si hay que destacar rarezas, las utopías del militar anarquista Alfonso Martínez Rizo, sugieren un plus febril. En la novela 1945 el advenimiento del comunismo libertario, el puntilloso escritor advierte sobre la “caída de la burguesía” y por tanto del pudor. En El amor dentro de 200 años (1932) su visión erótico festiva del mundo alcanza el clímax. Amor y sexo fácil, instintivo salvaje, sin tantas antesalas chorras. ¡Vaya abuelito! Y luego dicen que en el pasado no cultivaban sanos pensamientos. Texto: Juanjo Robledo Ilustración: Javier Olivares



El País, Viernes 16 de Marzo de 2001

jueves, 5 de julio de 2018

AZNAR EN VENUS


"Desengáñese, señor Aznar. En el universo podrá haber muchas humanidades, pero ninguna recibió de Dios un alma semejante a la nuestra. Estas criaturas de silicio no son hombres. Son bestias, monstruos, !lo que usted quiera¿, pero nunca hijos de Dios". Abominables bestias grises, cerebros electrónicos, hombres de Venus... Nadie parece suficiente enemigo para el genio y brío de un Aznar. Por lo menos, los integrantes de la saga homónima, una estirpe privilegiada que, en cada generación, aporta a la humanidad un gran estadista, un genio militar o, ya puestos, un Papa. Ficción, por supuesto, nacida de la pluma de un tal George H. White, cuya impronta anglosajona esconde un nombre español, el del valenciano Pascual Enguínados Usach.



La saga de los Aznar, galardonada con el premio a la mejor serie europea de ciencia ficción en la Eurocon de Bruselas (1978), constituye una de las primeras muestras de la moderna ciencia ficción... ibérica. Nacida a la sombra de la influyente ciencia ficción anglosajona, la saga se inicia en 1953 con Hombres de Venus, ópera prima que muestra las desventuras de ese héroe atípico, un temerario Aznar, de nombre compuesto... Miguel Ángel, teniente piloto de las Fuerzas Aereas Norteamericanas y más español que la bandera. En opinión de Carlos Saiz Cidoncha y Pedro A. García Bilbao, autores de Viajes de los Aznar (1997), exhaustiva aproximación a esta serie mítica, Aznar es una mezcla de Apolo clásico, Arnold Schwarzenegger y latin lover. Todo un personaje. A lo largo de 33 títulos, que vieron la luz hasta 1958, posteriormente revisados y ampliados con 24 nuevas entregas entre 1974 y 1978, Miguel Ángel Aznar y su estirpe se expanden por el sistema solar hasta conquistar una porción apreciable de la Galaxia. Una Galaxia ibérica, como si dijéramos, donde abundan los apellidos castellanos, y cuya lengua oficial, en todo planeta humano habitado es...el español. Anda que no. Planetas, dicho sea de paso, donde impera un cristianismo sin mácula y muchos otros valores patrios.
Pese a los innumerables errores científicos de la primera entrega de la saga, que el propio Enguídanos (o White) intentó maquillar en la segunda época, la serie goza de una entrañable frescura y originalidad. Así, y a diferencia de lo que se venía haciendo allende los mares, la saga de los Aznar presenta un universo moderadamente fiel a la relatividad einsteniana.



Nada de imperios galácticos (ingobernables por las limitaciones de la velocidad de la luz), ni siquiera el manido recurso del hiperespacio. El lento proceso de expansión de la raza humana por la Galaxia viene acompañado por la creación, cual reinos taifas, de diversos centros de poder. El autogobierno se limita a los dominios de un sistema planetario sin existir ligazón alguna con el gobierno central. Una curiosa Galaxia de las autonomías gobernada por los Aznar... Pero no toda la obra de Enguídanos resulta compatible con la relatividad: Ragol singular planeta errante, surca el espacio a 400.000 kilómetros por segundo, más rápido que la luz. Pero es el autoplaneta Valera, con su capital, Nuevo Madrid, la que ilustra a la perfección un problema inherente a los vuelos relativistas. El desplazamiento a velocidades muy próximas a la de la luz comporta el conocido efecto de dilatación del tiempo: dentro de la nave el tiempo se lentifica, mientras que en el exterior el tiempo transcurre más rápidamente. En un viaje de muchos años-luz, esa diferencia de tiempo relegaría la avanzada tecnología de una nave de asalto al olvido. En cambio, en la saga, el autoplaneta Valera constituye siempre la avanzadilla tecnológica, con un sorprendente armamento que incluye rayos Z, bombas verdas y... luz sólida (sic)
Ya lo saben, el futuro de la Galaxia es español. Como se entere José María... Texto: Jordi José/Manuel Moreno


 El Pais de las Tentaciones 27 de diciembre de 2001




Pulp Life (Vida Mostrenca)



1 El 19 de diciembre de 1986, la actriz Susan Cabot murió después de que su propio hijo le propinara una gran paliza. Con una biografía en la que confluyen abusos infantiles, desengaños amorosos y vaivenes profesionales, la Cabot ha pasado a la historia del cine de culto por su encuentro con el rey de la serie B Roger Corman. De su relación surgieron Carnival rock, Sorority girl, La guerra de los satélites, Viking women and the sea serpent - todas ellas de 1957-, La ley de las armas (1958) y el que sería el mejor trabajo de la actriz, La mujer insecto (1960). Fijémonos en cómo riman vida y arte: en La mujer insecto, la Cabot encarnaba a una cosmetóloga que se inyectaba jalea real en las venas para conseguir la juventud eterna. Inevitablemente, por pura lógica del género, acaba convirtiéndose en un monstruo. Timothy Cabot, el hijo y verdugo de esta fugaz estrella, nació el 27 de enero de 1967 en Washington, tras un parto que requirió una cesárea de emergencia para liberar el ovillado intestino de la madre. prematuro y aquejado de ictericia, el bebé estuvo hospitalizado durante sus dos primeros meses y medio de existencia. Años después, los médicos determinaron que los periódicos ataques del niño estaban causados por una hipoglucemia aguda. Pero lo peor estaba por llegar. En 1970, ese hijo de padre desconocido, que Susan Cabot atribuía, alternativamente, a un aristócrata inglés o a un agente de la CIA o del FBI - aunque el abogado de la familia consideraba fruto del affaire entre la actriz y el rey Hussein de Jordania-, vio cómo su vida se transformaba en una película de serie B. Los médicos le diagnosticaron enanismo y propiciaron su conversión en cobaya para experimentar una nueva hormona de crecimiento extraída de la pituitaria de cadáveres humanos. Susan Cabot sobreprotegió al hijo hasta extremos rayanos en lo malsano, aislándolo de ese mundo real que sabía hostil. La hormona experimental obró milagros: Timothy logró superar en cuatro pulgadas la altura de la madre. Pero la Cabot, cada vez más desequilibrada, dejó de suministrar correctamente la medicación a su hijo, que acabó convirtiendose en un monstruo. Conclusión: la vida y la serie B son vasos comunicantes. Las películas de monstruos son un espejo. No nos hace falta ser Susan Cabot para poder entender nuestra vida a través de la serie B (o Z). Todas nuestras vida son, cada día más, vidas pulp.



2 Esta historia sirve como referente al soberbio relato de Rodrigo Fresán Historias con monstruos , del volumen colectivo Invasores de Marte (Mondadori, Almanaque de invierno, Reservoir Books). El volumen es lo más parecido a una versión fin-de-milenio de esos pulp magacines que fertilizaron el imaginario colectivo americano de los cincuenta con hiperbólicas invasiones extraterrestres, surreales mutaciones y surtidas derivaciones del terror atómico. También podría interpretarse Invasores de Marte como un episodio de la serie La dimensión desconocida hecho libro: Javier Calvo -el Rod Sterling particular de esta operación, que abre el volumen con un texto sobre la mutación autorreflexiva de la ficción de género -lanza a un puñado de escritores en lengua hispana a la Realidad Paralela de la literatura de terror y ficción científica, en cuyo seno acabarán descubriendo que los trucos serie B sirven para lo mismo que la narración - o la poesía - sin adjetivos: para entender cosas. Tras la estimulante sucesión de delirios -del vampirismo republicano a los combates en clave manga-, el libro se cierra con un ensayo-espectáculo de Eloy Fernández Porta que amplifica el alcance del juego, vinculándolo a las últimas derivaciones del postmodernismo literario. Mi consejo: déjense abducir por este sobrecogedor expediente x del mercado editorial.

Texto: Jordi Costa Ilustración: Darío Adanti.


El Pais de las Tentaciones