sábado, 30 de julio de 2016

Librerías en red


Nuevos proyectos resucitan la larga tradición de los circuitos que rodean la venta de libros

JORGE CARRION
10 JUL 2016



La librería Shakespeare & Co en París. GUEORGUI PINKHASSOV MAGNUM / CONTACTO

La alianza de librerías La Conspiración de la Pólvora también podría llamarse Los Tres Mosqueteros. Porque La Puerta de Tannhäuser (Plasencia), Letras Corsarias (Salamanca) e Intempestivos (Segovia) comenzaron a gritar a finales del año pasado aquello de “¡Todos para uno y uno para todos!” y no han parado de hacerlo hasta ganar este año el premio Nacional al Fomento de la Lectura. El rol de D’Artagnan lo va asumiendo mensualmente aquel escritor que se acerca a tierras castellanas para hablar de su último libro. Lo han hecho hasta la fecha Guille Galván, Marta Sanz, Alejandro Palomas, Alfonso Zapico, Mariano Peyrou y Sergio del Molino. Cada uno ha repetido la misma fórmula. Tres presentaciones en tres noches consecutivas. Más de cien asistentes de media. Repercusión tanto en las redes como en los medios tradicionales, convencidos de que se trata de un modo de enriquecer la vida cultural de las tres ciudades. Todo ello en el marco de una programación coherente que apuesta por la conexión del público lector con la nueva narrativa, literaria y gráfica.

La idea de librería siempre ha estado vinculada con la de circuito. En Roma y en las ciudades medievales todos los editores manufacturaban y vendían sus libros en calles cercanas. En los alrededores de Paul’s Churchyard se concentraban las librerías del Londres de Shakespeare, como lo harían en Charing Cross Road tres siglos más tarde. El Book Row, con sus casi cuarenta librerías de segunda mano, fue su equivalente durante décadas en Nueva York; mientras que en el París de entreguerras la Maison des Amis des Livres de Adrianne Monier y la Shakespeare and Co. de Silvia Beach miniaturizaron en una única calle minúscula la energía ambulatoria que nutre a los amantes de los libros. Las cerca de treinta librerías del barrio de Gracia, en Barcelona, reeditan ahora, con su mapa y con su web, ese tipo de topografía de la cooperación y del deseo. Puede uno pasar todo el día en esas telarañas del comercio, el intelecto y el paseo. Si otro tipo de comercios rehuye la competencia, el libresco sólo puede entenderse como zoco, colmena o red.

Pero el Premio Nacional al Fomento de la Lectura reconoce una variante mucho más reciente de esos circuitos urbanos. Una variante que encontramos, informal, en las rutas de promoción de los escritores norteamericanos: en la antología My Bookstore (editada por Richard Russo y Booksellers Across America, 2012), por ejemplo, varios de los autores se refieren a los mismos establecimientos de prestigio, en sus circuitos de costa a costa en Estados Unidos. Ahora, la unión de La Puerta de Tannhäuser, Letras Corsarias e Intempestivos sitúa a estos tres jóvenes establecimientos en el mapa de las grandes librerías españolas, donde tienen su estrellita roja aquellas que desde hace tiempo decidieron que los encuentros entre escritores y lectores formaban parte de su ADN, como las que han ganado desde el año 2000 el Premio Librería Cultural o como las pequeñas cadenas que se han convertido en referencias indiscutibles (Laie, La Central). No es casual que en la página www.libreriasdecalidad.com las más de veinte que han conseguido el sello de calidad aparezcan precisamente en un mapa.

Como dice Alessandro Baricco en Los bárbaros, los enlaces cibernéticos son “el sentido mismo de la red, su conquista definitiva”. Para nosotros una idea ya no es un territorio bien definido, sino más bien un recorrido, varios trayectos, una sucesión de saltos. Mucho antes que los buscadores, las rutas de la curiosidad y del saber —que en las ciudades unían las universidades, las bibliotecas y las librerías— prefiguraron esa forma tan contemporánea de relacionarnos, a ritmo de zapping, con la información y el conocimiento. Las mejores librerías entienden que el placer intelectual de nuestros días es físico y virtual, papel y pantalla. E imaginan espacios que generan el tipo de estímulos performativos, corporales, conversacionales, que necesitamos para que lo leído, visto o estudiado en soledad adquiera sus máximo sentido en compañía.

Jorge Carrión es autor, entre otras obras del ensayo Librerías (Anagrama).


El Pais, revista Ideas, domingo 10 de julio de 2016


miércoles, 13 de julio de 2016

La vida sin cuerpo


Las nuevas tecnologías sirven para facilitar la comunicación entre las personas, pero pueden terminar quitándole toda su complejidad y misterio hasta convertirla en un liso intercambio de palabras

JORDI SOLER



En su viaje poético entre la carne y el espíritu, Jaime Gil de Biedma llegó a una interesante ecuación a la hora de jerarquizar los elementos del amor: “Que sus misterios, como dijo el poeta, son del alma, pero un cuerpo es el libro en que se leen”. La idea no es original pero es bellísima, y tiene que ver con esa otra idea de raigambre presocrática que dice que el cuerpo también piensa, que el pensamiento tiene una dimensión física y que dividirnos en cuerpo y alma es una arbitrariedad pues somos, en realidad, una unidad que siente y piensa y que, abusando de los versos del poeta, el cuerpo es el libro en que se leen, no solo los misterios del amor, sino cualquier capítulo de la historia personal de cada uno.

La idea no es original, como digo, hasta el gran Bob Dylan la dice, a su manera, en una de sus canciones: “Si no crees que este dulce paraíso tiene un precio, recuérdame que te enseñe mis cicatrices”. Pensando en esto, y en aquel momento de la leyenda de Edipo Rey, que está en la misma frecuencia de la canción de Dylan, en que los personajes confirman su identidad observando las cicatrices de su cuerpo (Edipo quiere decir, en griego, “que tiene los tobillos perforados”), asistí antes de la pausa del verano a la Copa Barcelona, un torneo infantil de baloncesto en el que jugaba un equipo mexicano, de Oaxaca, contra uno francés, de Toulouse. Era un partido internacional, que jugaban niños de doce y trece años, en un polideportivo junto al mar, que tenía la particularidad de que la mayoría de los mexicanos jugaban sin zapatos, descalzos, frente a los niños franceses que iban equipados con unas Nike, diseñadas por especialistas en la dinámica del pie humano, específicamente para jugar al baloncesto. Contra todo pronóstico los niños del equipo mexicano ganaron el partido. ¿Cuál es el valor de ese calzado ultra sofisticado, diseñado específicamente para jugar al baloncesto, si te gana el partido un equipo de niños descalzos? Entre el pie descalzo de un equipo y el Nike del otro, hay un recorrido en el que deberíamos reflexionar: de tanto perfeccionar el zapato nos hemos olvidado del pie.

Los niños mexicanos pertenecen a una comunidad paupérrima de Oaxaca, son un equipo que gana todos los torneos internacionales, incluso en Estados Unidos que es la cuna del baloncesto, y van descalzos porque así aprendieron a jugar, los zapatos son un estorbo para ellos, son una prótesis que les resta velocidad, elasticidad y agarre en el momento de disputarse la pelota.

Esto no es, desde luego, una invitación a que nos quitemos los zapatos y nos echemos a andar descalzos por el mundo, más bien se trata de ver, en esos pies descalzos, lo que hemos perdido de vista al entregarnos al aditamento que nos facilita la vida, porque además resulta que, según han comprobado los especialistas en la materia, el confort que provee el calzado deportivo, no necesariamente colabora con los músculos y las articulaciones que están, naturalmente, hechos a la medida, a los movimientos y a los apoyos del pie descalzo.

Para poder llevar esta reflexión hasta el punto que desde esta línea veo todavía a lo lejos, estoy pasando por alto la gran enseñanza, muy estimulante para estos tiempos de crisis, que nos han regalado estos niños de Oaxaca, y es tan grande que no me queda más remedio que anotarla, antes de regresar a la reflexión oblicua, que es el verdadero objetivo de estos párrafos: estos niños paupérrimos, que estaban condenados a vivir en una de las zonas más pobres de Latinoamérica (con unos índices de pobreza que un europeo no puede, siquiera, imaginar) sin más armas que su esfuerzo y su deseo de salir adelante, han conseguido revertir el destino de generaciones y generaciones de niños, convirtiéndose en campeones internacionales de baloncesto. La decisión y la fortaleza de carácter de estos niños están representadas en sus pies descalzos; a pesar de que juegan todo el tiempo en canchas profesionales, no renuncian a su forma de ser, a su identidad, a su esencia y esto es, seguramente, uno de los fundamentos de su éxito.

Ahora regreso a la reflexión oblicua, a la cicatrices de Dylan y el rey Edipo, ¿cuál es el valor de ese calzado ultra sofisticado, diseñado específicamente para jugar al baloncesto, si te gana el partido un equipo de niños descalzos?, preguntaba más arriba, pensando en la serie de aditamentos que nos impone el mundo contemporáneo y que usamos quizá solo porque están ahí, no porque los necesitemos.

Cuando se escribe a mano se dejan en la hoja de papel un montón de elementos muy valiosos como, por ejemplo, la calidad del trazo, las dudas que ha tenido quién escribe, los pasos atrás, las correcciones, la forma en que va avanzando por la página el flujo de palabras y el dibujo final de la hoja completamente escrita; todos estos elementos nos hablan de la persona que escribe, son un relato paralelo de lo que el escritor nos va contando, y todo esto se pierde cuando se escribe directamente en el ordenador, que de inmediato establece un orden aparente en la pantalla, un texto cuya limpieza visual no siempre se corresponde con la calidad de lo que está escrito, y en cambio, cuando se escribe a mano, se tiene el efecto contrario: el desorden visual de la escritura en la hoja de papel, nos obliga a redoblar la atención sobre lo que se está diciendo.

Pero en el siglo XXI se escribe así, a través de un vehículo que nos uniforma, nos quita los rasgos distintivos, e inconfundibles, de la escritura de cada quién; nuestro teclado equivale a las Adidas que los niños de Oaxaca no se han querido poner, y si pensamos que la enorme mayoría de las comunicaciones interpersonales se hacen hoy desde un teclado (mail, SMS, whatsapp, hangouts, twitter y un largo etcétera), podremos hacernos una idea de todo lo que del otro nos perdemos, todo un flanco de la expresión escrita, ha sido amputado de la sociedad en favor de la expansión de las nuevas tecnologías.

Esta nueva vía de comunicación no ofrece matices, es demasiado transparente: transmite ideas desnudas sin los velos que ofrece el cuerpo que las dice y, por esto, empobrece las conversaciones; quien se comunica por chat, o por SMS, prescinde de eso que, cuando uno habla con otra persona dice también el cuerpo o, en su caso, dice la carta escrita a mano, que lleva en su caligrafía el rastro, el fantasma, la impronta de quien la ha escrito.


El Pais, sabado 27 de noviembre de 2014