martes, 22 de agosto de 2017

Biblioterapia: la magia vivificante de las novelas

Marta Rebón


ILUSTRACIÓN DE DIEGO MIR

Al abrir un libro nos sumergimos en diferentes historias hasta olvidarnos de la nuestra. Otras veces llegamos a descubrir cosas de nosotros mismos a través de sus personajes. Una buena lectura puede ser el mejor refugio donde aliviar nuestra alma y un antídoto contra las adversidades.


LE HAN DEJADO, el mundo ya no es maravilloso. Como en un permanente jet lag, no atina a conectar con la realidad que le envuelve. Decía Freud que las palabras y la magia fueron al principio una misma cosa. ¿Es por eso que seguimos buscando refugio en los libros cuando la vida se nos antoja una broma estúpida? Usted, pasajero en horas bajas, abre una novela y en sus páginas encuentra algo parecido a un bote salvavidas, un alivio balsámico al desasosiego.

Los lectores voraces saben bien que las bibliotecas y las librerías son un botiquín eficaz para el alma, como ya se afirmaba en la Antigüedad. La ficción y la poesía, sostiene la novelista Jeanette Winterson, son medicinas que curan la ruptura que la realidad provoca en nuestra imaginación. Conforme al tópico horaciano dulce et utile, nos enseñan deleitando. El eco de las palabras, su ritmo, y las imágenes con una gran carga emocional inundan y activan los recovecos de nuestra conciencia. Cuando leemos un texto literario inteligente y seductor, el mundo se vuelve más habitable.

Entre las bondades de leer ficción, la primera, por obvia que parezca, es llegar a conocernos mejor. Proust, a quien hoy pocos negarán sus aptitudes para la ciencia cognitiva, afirmaba que cada lector, cuando lee, es el propio lector de sí mismo. Añadía que la obra del escritor no es más que una suerte de instrumento óptico que este ofrece al otro para permitirle discernir lo que, sin ese libro, no habría podido ver por sí mismo. Adentrarse en el universo de las novelas es vivir múltiples vidas. Con un libro entre las manos se abre ante nosotros un terreno para experimentar un sinfín de circunstancias. La biblioterapia es posible gracias al choque de identificación que se produce en el lector cuando se ve reflejado en la historia. Empatizamos con otra gente, otras maneras de pensar. La lectura, además, es una aventura intelectual trepidante. Para el Nobel de Literatura André Gide, leer a un escritor no era solo hacerse una idea de lo que decía, sino irse de viaje con él.

Leer nos sitúa en un espacio intermedio: a la vez que dejamos en suspenso nuestro yo, nos vincula con nuestra esencia más íntima, un bien valioso para mantener cierto equilibrio en estos tiempos de distracción. La lectura, decía María Zambrano, nos brinda un silencio que es un antídoto para el ruido que nos rodea. Nos procura un estado placentero similar al de la meditación y nos aporta los mismos beneficios que la relajación profunda. Al abrir un libro conquistamos nuevas perspectivas, pues la ficción comparte con la vida su esencia ambigua y polifacética. Dado que solo podemos leer un número limitado de títulos, ¿qué es lo que buscamos?, ¿obras que reafirmen nuestras creencias, o bien que hagan que estas se tambaleen? Kafka lo tenía muy claro, solo deberíamos adentrarnos en las obras que muerdan y pinchen: “Un libro tiene que ser un hacha que abra un agujero en el mar helado de nuestro interior”.

POR
Marta Rebón
Traductora, crítica literaria y fotógrafa. Ha traducido al español y al catalán obras de Vasili Grossman, Borís Pasternak, Lev Tolstói y Svetlana Aleksiévich, por ello ha recibido los premios de la Fundación Yeltsin y el Instituto Pushkin. Ha expuesto en Rusia, Cuba, España y Ecuador.



Reseñas de biblioterapia


Manual de remedios literarios. Cómo curarnos con libros, de Ella Berthoud y Susan Elderkin (editorial Siruela). Un original y divertido libro sobre biblioterapia que habla del poder curativo de la palabra escrita.

La lectura como plegaria, de Joan-Carles Mèlich (Fragmenta). Una reflexión sobre la lectura y la escritura en 262 fragmentos filosóficos.

Por qué leer los clásicos, de Italo Calvino (Siruela). El escritor nos recuerda que los clásicos nunca terminan de sorprender y resistir al tiempo.

Poema, de Rafael Argullol (Acantilado). Un breviario contemporáneo erudito y sensible de reflexiones sobre la condición humana y el discurrir del mundo.

El intérprete del dolor, de Jhumpa Lahiri (Salamandra). La escritora indaga sobre las barreras que deben salvar personajes de diferentes culturas en su búsqueda de la felicidad.

La muerte de Iván Ilich, de Lev Tolstói (Nórdica). Una luminosa novela que en realidad es un poema capaz de reconciliarnos con nuestra condición mortal.

Pequeño fracaso, de Gary Shteyngart (Libros del Asteroide). Después de mudarse con su familia a Nueva York, el niño judío ruso Ígor se transforma en Gary, un personaje que narra la experiencia de vivir a caballo entre dos países que son enemigos.

Canción dulce, de Leila Slimani (Cabaret Voltaire). Disecciona las circunstancias de un crimen y arroja luz sobre las contradicciones de la sociedad actual.

 

El Pais Semanal Nº 2.134
DOMINGO 20 DE AGOSTO DE 2017


jueves, 10 de agosto de 2017

La retórica del enemigo Paco I. Taibo II


NUESTRAS PEQUEÑAS BATALLAS
Sólo hay una novela de amor hoy posible, aquella en la que los personajes se cortan las venas por razones románticas. Cuanto más light se vuelven nuestros tiempos, más necesidad tiene la literatura de reivindicar el retorno de las pasiones.

LA RETORICA DEL ENEMIGO
El personaje declara que la novela ha muerto, que el flujo de neuronas electrónicas que recorre nuestra sociedad actúa como el fluido de la silla eléctrica para un género que renació esplendoroso con el siglo XIX, hijo de una burguesía en ascenso que necesitaba de la fabulización del mundo. Las clases sociales han desaparecido, la licuadora del fin del milenio . las ha disuelto, ergo... El personaje concentra sus argumentos para una tesis universitaria de postgrado. Luego viaja en el metro y lee oculto y misterioso a Barbara Cartland, buscando en ella la simplicidad absoluta de la ficción convertida en mentira por la acumulación de los lugares comunes. Es, sin saberlo, un personaje siniestramente coherente.

NUESTRAS PEQUEÑAS BATALLAS
Me contaron una vez, que en algún momento del siglo XIX, los aristócratas británicos que regían los destinos de Hong Kong, decidieron iniciar una violenta campaña higiénica para erradicar el extendido hábito de la población china de escupir en las calles. Se establecieron multas, penas de cárcel y castigos corporales que llegaban hasta los cinco bastonazos en la espalda.
Esos mismos aristócratas solían bañarse una vez al mes, y frecuentemente de medio cuerpo para arriba y nada más. La anécdota tiene al menos dos lecturas: 1) Es función de la literatura contar y recontar estas historias. 2) Es función de ta literatura seguir escupiendo en las calles. Los escritores, guionistas y dibujantes somos chinos de Hong Kong.

LA RETORICA DEL ENEMIGO
El padre prohibe a su hijo que lea comics porque piensa que la cultura es algo muy serio que tiene que ver con la educación y el ascenso social y no con las pérdidas de tiempo. El estado a través del sistema educativo obliga al adolescente a leer en dos días La lliada y a presentar un resumen. El adolescente tras esta y otras muchas experiencias similares decidirá que odia a los griegos y a los libros, elegirá las partidas de flipper para quemar su odio. El critico literario se muestra ingenioso y elabora un texto incomprensible, para iniciados que nunca habrán de leerlo, no queda muy claro si espera que sus lectores lean el libro que recomendó, no queda muy claro., si cree que los lectores existan. El editor de ese país donde las nubes transportan en la mañana el calor de los ríos, decide que son mejores dos mil lectores cautivos de libros de 12 dólares que cuatro mil de 6, es más fácil distribuir y cobrar, hay menos riesgo.
El padre anticomic, el profesor madero, el crítico oscurantista, el editor calculador, bailan en las noches tomados de la mano en torno a la hoguera donde los libros arden, es su aquelarre.

NUESTRAS PEQUEÑAS BATALLAS
En la oficina, la vieja secretaria ha falsificado un certifica-do médico para poder ir al baño dos veces diarias, se esconde a leer novelas de hadas, princesas, dragones. Huye de un jefe que además de ser imbécil la persigue y castiga. La mujer se esconde y viaja por bosques encantados. Los viejos críticos literarios stalinistas hablaban de literatura de evasión. Se equivocaban y se equivocan. No hay viajes de ida, todos los viajes son de ida y vuelta. No hay literatura de evasión, ni siquiera hay evasión a través de la literatura; hay viaje a mundos alternos, diferentes, a veces más seguros. Algún día la mujer saldrá del retrete y fumigará al jefe de su oficina como dragón escupefuegos. La literatura, hasta la peor, es material de liberación, no de evasión.

LA RETORICA DEL ENEMIGO
Ese colega me parece sospechoso, prefiere un viaje aéreo en primera a un lector.
Le gusta más un contrato con el 12% que un lector.
Prefiere al crítico sobre el lector.
Le gusta más el profesor universitario que el lector.
Valora más el homenaje que al lector.
En el fondo no hay más que un lector que le interese: él mismo, y si por eso le mandan un ramo de rosas, qué mejor.

NUESTRAS PEQUEÑAS BATALLAS
Discutiendo con mi amigo el alcalde de Gijón, llegamos a las siguientes conclusiones: en Europa la idea de revolución está muerta, la política ya no produce utopías, sólo hay un territorio donde estas cosas pueden ponerse a debate, las geografías de la cultura, y un lugar en particular, la isla encantada de la novela. Luego me preguntó qué había leído muy bueno últimamente.

LA RETORICA DEL ENEMIGO
Conozco a un crítico cinematográfico al que la última película que le gustó era La diligencia de John Ford.
Conozco a un especialista en antologías que confesaba que había novelas mías que no había leído y que no le habían gustado.
Conozco a un crítico literario que masacra las novelas que le gustaría su esposa.
Conozco a un novelista que dice que no lee literatura, tan sólo ensayos,; que la literatura no le Interesa mayormente. Se porta muy amable conmigo, reconoce que a un hijo suyo, al que echó de casa le gustan mucho mis novelas.
También conozco a un policía que una vez me pegó con un tubo de acero y me rompió la ceja; al dueño de una taquería que vendía carne podrida y a un político mexicano que se robó tres camiones con víveres de la Cruz Roja que iban destinados a los afectados por una inundación.
Creo que voy a ponerlos juntos en las páginas de un cuento y hacer que el autobús en el que viajan se vaya por un barranco.
En sociedades como la mía, la literatura posibilita la venganza.

NUESTRAS PEQUEÑAS BATALLAS
Los géneros sirven para colocar libros en los estantes de las librerías; aunque también puede uno colocarlos por tamaños, y no hay duda de que se ven más bonitos por colecciones.
Pero últimamente, cuando pienso en novelas, no necesariamente pienso en libros; también encuentro el equivalente en sabor de la novela en cosas como las nuevas versiones de películas en corte de autor, que rompen las dos horas y se extienden: El Lawrence de Arabia de David Lean, el Espartaco de Kubrick; o comics como V de Vendetta de Moore y Lloyd o las fábulas venecianas de Hugo Pratt.
Novela es esa cosa, repleta de personajes, tramas y atmósferas, que corre con gran aliento. Lo demás es formato.

LA RETORICA DEL ENEMIGO
Un viejo novio de mi hija, ya deshechado, le dijo que el necesitaba leer para poder dormir, que por eso leía en las noches; mi hija le contestó que ella leía en las noches para tener sueños inteligentes.

NUESTRAS PEQUEÑAS BATALLAS
Hablé en un congreso de socialistas norteamericanos. Les propuse recobrar ideología perdida a partir de la literatura. La nueva izquierda debería dotarse de material ideológico originado en la literatura. Sugerí algunas posibilidades: El derecho a la sagrada venganza de Spawn o de Edmundo Dantés, el Conde de Montecristo; la ética de Robin Hood, sobre todo en lo concerniente a robar a los ricos para dar a los pobres; el antiimperialismo de Sandokan, el Tigre de la Malasia; la capacidad de resistencia antiburocrática de los personajes de Kafka, el sentido de la solidaridad de los cuatro mosqueteros dumasianos, la tecnología voladora de Batman, y así.

Me miraron con algo parecido al desconcierto, pero se veían contentos.


Dentro de la Viñeta Nº2, Junio de 1999