viernes, 28 de julio de 2023

"Cosy crime": la nueva ola amable de la novela negra

Misterios protagonizados por un detective amateur, ausencia de sangre, humor socarrón y localizaciones idílicas. Son los ingredientes de un subgénero apacible del noir que vive un momento de gloria en España.


Jean Arthur, en un fotograma de The Green Murder Case (1929), de Frank Tuttle. 


Por Juan Carlos Galindo

Una corriente amable se abre camino en la novela negra desde la orilla opuesta al gusto predominante por el crimen real, las vísceras, el investigador torturado y los psicópatas más o menos fantásticos. El cosy crime o cosy mistery (también escrito cozy) ha vivido una revitalización en los últimos años hasta convertirse en la receta ideal para refrescar unas mentes abrumadas por el calor y la realidad política de este verano. El lector busca refugio en periodos turbulentos y la literatura de género criminal ha ofrecido desde sus orígenes ese relato cerrado y reparador, aunque esa haya estado lejos de ser su misión esencial.

Pero empecemos por el principio: ¿qué es el cosy crime? Como la denominación indica, estamos ante novelas acogedoras con unas características comunes: la investigadora (la inmensa mayoría son mujeres) es amateur (publicista espabilada, restauradora de libros, joven dama decimonónica sin oficio, la reina de Inglaterra, etcétera) y utilizará la lógica para resolver el misterio; el escenario del crimen es una localidad apacible y una pequeña comunidad en la que todos se conocen; hay un juego con el lector, que se implica de lleno en la resolución, y un humor inteligente e integrado en el tono de las historias. Resulta complicado, y posiblemente baladí, buscar el origen exacto de este género que ahora puebla los estantes de las librerías españolas, pero se encuentra directamente relacionado con la primera edad dorada de la novela negra británica. Uno de los mejores ejemplos de esta conexión es Muerte bajo el sol, de Agatha Christie. A pesar de los pijamas de seda de los protagonistas y el impecable cielo azul del cielo, no llega a ser exactamente un cosy mistery como lo conocemos ahora, pero Christie abrió con ella una senda que consolidaría con Miss Marple. Aquí la autora juega al despiste con el lector de la mano de Hércules Poirot en unas maravillosas playas de Devon (Inglaterra) que, sin embargo, cuando la novela se publicó en 1941, se había convertido ya en zona de guerra. Volviendo a la época dorada, digamos que los autores tienen en cierto modo presente el decálogo de Knox (1929), donde se establecían unas normas para el escritor de novelas de misterio que le conminaban a ser justo y jugar limpio (menos el punto 5: "Ningún chino debe figurar en la historia", absolutamente inexplicable).

Como aquellos momentos de tensión bélica, la pandemia marcó un punto de evolución para un grupo amplio de lectores que viraron hacia este tipo de literatura. "Hemos visto que el lector buscaba más que antes una novela entretenida, más ligera y menos violenta, aunque inteligente y bien construida, con personajes entrañables. Una novela que en estos tiempos de pandemia y postpandemia nos permite evadirnos fácilmente y que, en poco tiempo, se ha hecho un hueco importante entre los lectores del género negro y de la ficción en general", explica Anik Lapointe, editora de Salamandra, el sello que ha traído a las librerías españolas las aventuras de Agatha Raisin. Escrita por M. C. Beaton -uno de los seudónimos de la prolífica Marion Chesney- desde principios de los noventa, la serie de uno de los mejores ejemplos de las virtudes del género. Su éxito se apoya en la personalidad de su protagonista, una publicista prejubilada que abandona Londres para irse a un pueblecito en la primera entrega (Agatha Raisin y la quiche letal, 2019) y que a lo largo de más de 30 novelas ha prendado a los lectores con su humor no exento de rudeza, su determinación, un extraño atractivo y sutiles pero enternecedoras debilidades. En España acaba  de salir la sexta entrega (todas están editadas por Salamandra): Agatha Raisin y la turista impertinente.

Jubilados y mandatarias retiradas

La explosión del cosy crime está llenos de casos de éxito en los últimos años. Ahí está, por ejemplo, Richard Osman y su grupo de jubilados investigadores, una serie que empezó en plena pandemia con El club del crimen de los jueves (Espasa) a un ritmo de ventas que no se había visto en el Reino Unido desde el estreno de Harry Potter. En octubre llega El último en morir, la cuarta entrega de una serie que ha sabido jugar con todas las virtudes del género. No es el único caso con personajes de edad avanzada y, en general, retirados de la actividad pública. Ahí tenemos a la propia Agatha Raisin o las novelas de S. J. Bennett, que convierte  a Isabel II en una detective de lo más peculiar y de la que Salamandra ha publicado este mes la tercera entrega. Un crimen entre la realeza. En este ámbito se encuentra Miss Merkel. El caso de la canciller jubilada, de David Safier (Seix Barral). En esta ocasión, la detective amateur es la política alemana, ahora retirada y aburrida de los pasteles y el senderismo; el entorno idílico, el del lago Dumpfsee, y el motivo disruptor de esa paz perfecta, el habitual: el asesinato. En la segunda  entrega, El caso del jardinero enterrado, su perrito Putin (tal cual) encuentra un cadáver y a partir de ahí...

En esta disrupción tranquila del cosy mistery, el lector juega varios papeles. Por un lado, como el aficionado a la novela fantástica o a la romántica, el lector de estos misterios acogedores demanda una serialización, quiere quedarse con el personaje, desea más. "Las mujeres leen más, también en novela negra. Y en el cosy crime en torno al 70% son mujeres y de una edad a partir de los 35 años. Son lectoras muy ávidas y de ahí que tengan que ser series. Salen hasta dos títulos al año. Siempre quieren el siguiente, de manera que se replica un poco lo que pasa con las series de televisión", explica María Fasce, editora de Alfaguara y Lumen, casa que acaba de publicar Un crimen con clase, de Julia Sales. Se trata de una novela muy británica a pesar de ser una autora de Kentucky, inmersa en la campiña inglesa del siglo XIX, con una protagonista, Beatrice Steele, que sueña con salir del corsé social de clase alta en el que está atrapada y resolver crímenes reales sobre los que lee en los periódicos. Hay una pasión de la autora por Jane Austen que se ve aquí retorcida y ampliada desde la ironía, pero también desde el humor, atentos a la figura del padre, y buena literatura.

Juegos con el lector

Los autores juegan con la conexión que siente el lector con el protagonista que no es policía, ni investigador privado o abogado, ni siquiera periodista, sino alguien alejado por completo del mundo del crimen, con su trabajo y su vida. Anthony Horowitz -uno de los autores más prolíficos de los últimos tiempos, creador de Alex Rider y autor de más de 100 novelas y libros de relatos- se lanzó a este género con la serie protagonizada por Susan Rylan, de la que destaca su primera entrega, Un asesinato brillante (Ediciones B). En ella lleva más allá el juego con el lector y la apelación a su capacidad lógica al incluir una trama libresca en la que hay un misterio dentro de otro misterio. Pero si alguien estira con habilidad los límites de esa relación con el lector es Janice Hallett, autora del sorprendente El código Twyford, pero que antes había creado uno de los mejores cosy crime de los últimos tiempos: La apelación (Ático de los Libros, como el anterior). Aquí directamente el lector está implicado en la resolución del crimen ocurrido en el idílico pueblecito de Lockwood. Hay 15 sospechosos y muchos rincones oscuros que vamos descubriendo gracias a una narración organizada a través de correos electrónicos, mensajes, listas de invitados...

En la editorial Alma vieron pronto esa relación directa con el lector y sabían que era un género bien afianzado en otros mercados, pero incluso así se sorprendieron del éxito inmediato de la apuesta. "En marzo de este año tuvimos la primera sorpresa: creíamos que tendríamos que explicarlo más, pero los libreros se apuntaron rápidamente. El público enseguida compró los libros y tuvimos un efecto en redes sociales, con muy buena respuesta en Instagram y Tik Tok, donde son muy activos", comenta Josep Pi, uno de los editores de este pequeño sello con gusto por lo clásico. Suyos son Crimen descatalogado (Miranda James), Unas galletas de muerte (Joanne Fluke) o Asesinato entre libros (Kate Carlisle), una primera novela de una serie que ha alcanzado bastante éxito y muy anclada en la columna vertebral del género, aunque esta vez trasladado a la zona más acogedora de la costa de San Francisco.

Un humor especial

En un negocio en el que todo está pensado, las portadas también juegan su papel: ilustraciones amables, con un toque clásico y hogareño donde se retratan protagonistas y se describen situaciones donde prima el humor. Y ahí está la pieza restante del rompecabezas. No suele ser desternillante y en el equilibrio creado se basa su éxito. "Un asesinato siempre es un acto de violencia extrema, se mire por donde se mire; pero si se comete a la manera decimonónica, digamos que, por ejemplo, con arsénico por en medio, la atención del lector se desvía más a la resolución del crimen y a la parte del juego que plantea la novela. En cualquier caso, creo que en la obra de los autores que destacan en este género el crimen no se banaliza; si así fuera estoy seguro de que crearía rechazo en los lectores. Eso no excluye que el humor tenga cabida, pero suele estar graduado adecuadamente; el absurdo también tiene una presencia fundamental", explica Fernando Paz, editor de AdN y Contraluz, que ha apostado en su caso por Finlay Donovan: una escritora de muerte, de Elle Cosimano, una obra que tiene mucho de ese humor preciso y respetuoso. "En el caso del cosy crime, el humor no incide en los aspectos relacionados con la muerte o el crimen, sino que apunta de forma más o menos amable o mordaz a la propia protagonista o a otros personajes o situaciones de la vida en esas pequeñas comunidades cerradas de los pueblos", insiste Lapointe para evitar cualquier malentendido. La violencia no es casi nunca explícita y nunca gore: "El asesinato en sí nunca se describe cómo, no hay morbo, sangre, nada. Eso permite trufarlo de un humor elegante, inglés, que está en la vida de las personas. Y queda muy bien unido con la trama", explica Pi. Los diálogos, rápidos, a veces banales, otras muy divertidos, completan el canon de este género.

Muchas veces, sin embargo, las razones del éxito de una corriente no son del todo ponderables. "Es un hecho indudable que los géneros vienen y van en función de circunstancias imprevisibles para las propias editoriales; y este podría ser un buen ejemplo: un género que se consideraba olvidado acaba volviendo con mucha fuerza", explica Paz. Lapointe contextualiza este resurgimiento en una tendencia más general, junto a "la vuelta de Arsène Lupin, Sherlock Holmes y el modelo europeo de la novela de misterio".

El aluvión de novedades continuará, pero parece que en un mercado más maduro que el que vivió la moda nórdica, la de los psicópatas, el domestic noir, la novela negra rural y otros. Quizás porque, como ocurre con la inagotable novela negrea mediterránea, el cosy crime hunde sus raíces en algo más profundo. En enero de 2024, Lumen publicará El club del crimen, de C.A. Lamer, y en mayo, Jane Austen investiga, de Julia Golding. En Alma seguirán con las tres series abiertas y buscan nuevos mercados (novelas para amantes del café, o del ganchillo") y se suman a la recuperación de obras de Holmes en este gusto por el enigma clásico a que se ha apuntado, por ejemplo, Arturo Pérez-Reverte con la muy holmesiana El problema final (septiembre). En Contraluz seguirán con la serie de Finlay Donovan y en Salamandra con la de Agatha Raisin (dos entregas en 2024), la de la reina Isable II (cuarta novela en mayo) y la segunda parte de la deliciosa Los misterios de la taberna Kamogawa, del japonés Hisashi Kashiwai.

Aquí hablamos de libros, pero el universo se expande. Osman vendió sus derechos audiovisuales de El club del crimen de los jueves a Spielberg; también se adaptará Un crimen con clase; la versión televisiva de Agatha Raisin ha sido un éxito y no es casualidad que La 2 de TVE haya recuperado Se ha escrito un crimen en formato maratón: seis capítulos las noches de los martes durante el verano. Los editores y agentes andan a la caza de cualquier joya con la que sumarse a la fiesta. Queda por ver en qué pueblecito idílico de la Península se inaugurará la tradición del cosy crime español.

Lecturas




El club del crimen de los jueves

Richard Osman

Traducción de Claudia Conde Fisas 

Espasa, 2021

464 páginas

19,50 euros




La apelación

Janice Hallett

Traducción de Luz Achavál

Ático de los Libros, 2022

512 páginas

19,90 euros




Agatha Raisin y la turista impertinente

M.C. Beaton

Traducción de Vicente Campos González

Salamandra, 2023

224 páginas

17,10 euros




Asesinato entre libros

Kate Carlisle

Traducción de Vicente Campos

Alma, 2023

320 páginas

15,95 euros




Un crimen con clase

Julia Seales

Traducción de Ana Mata Buil

Alfaguara, 2023

384 páginas

18,91 euros




Un asesinato brillante

Anthony Horowitz

Traducción de Neus Nueno Cobas

Ediciones B, 2022

544 páginas

20,81 euros



Con sabor a clásico

Una mirada juvenil




Hazel Wong y Daisy Wells son compañeras en un internado del Reino Unido en los años treinta del siglo pasado, son amigas del alma y las fundadoras y únicas socias de su club de detectives. Con esta serie de 11 libros que toma el título de la primera entrega, Murder Most Unladylike, la británica Robin Stevens ha conseguido cautivar a millones de jóvenes que encuentran en las aventuras de esta pareja de detectives relatos con sabor a clásico, acción y un toque de misterio a lo Agatha Christie, y que nos lleva directamente a la edad de oro de la literatura de misterio en el Reino Unido. Las portadas, además, son maravillosas.


El Pais. Babelia nº 1.650. Sábado 8 de julio de 2023


sábado, 15 de julio de 2023

Madre Saturno en la selva por Carlos Zanón

 El lector sigue a Elaine Vilar Madruga, como si fuera una flautista de Hamelín, por el interior de un cuento gótico y cruento que apunta a situarse entre las novelas del año.

Uno va tener que leer muy buenos libros el resto del año para que El cielo de la selva no sea el mejor de 2023. Que además sea editado por una primeriza editorial barcelonesa, Lava, no es sino una buena noticia para casi todos. Porque que se haya escapado esta novela del radar de los grandes grupos demuestra salud en el mercado editorial y gente que sabe leer y buscar, seguir leyendo hasta encontrar.

La autora de El cielo en la selva es Elaine Vilar Madruga (La Habana, 1989) y ya captó nuestra atención con la anterior novela que nos llegó suya hace un par de temporadas: La tiranía de las moscas. Ya en esa novela había una autora con personalidad y autoridad, con una opción quizás demasiado barroca al contar esa historia (pero es probable que no hubiera otra forma de hacerlo).

En Cuba, Vilar está considerada una de las voces más importantes no solo en lo relativo a la narrativa, sino en otros ámbitos literarios como el teatro y la poesía. Sus libros han tenido salida al exterior, pero quizás no han gozado de la atención crítica y lectora, metida en un atestado tren de novedades que nos llegan de la América de habla española. Ojalá eso cambie con El cielo de la selva.

En esta novela, la autora comete la osadía de introducirse por temática -maternidad, violencia, delirio, pobreza-, ambiente -una selva caribeña indeterminada- y género -una suerte de realismo social a la vez que cuento fantástico- en un desfile repleto de propuestas, a priori, parecidas en nuestra mesa de novedades. Ya muy pronto de iniciada la lectura comprobamos que es abanderada de ese desfile, y a medida que transcurre la lectura, Elaine Vilar ya no desfila con nadie. Y ahí estas tú, siguiéndola hasta el interior de la selva como a una maldita flautista de Hamelín.

El planteamiento de esta novela tiene trazos de cuento gótico caribeño, con un pie en un retrato realista y cruento de los márgenes de una sociedad violenta y pobre, y el otro pie en un imaginario fantástico terrorífico. Muy pocas veces rompe Vilar ese equilibrio tan difícil de conseguir, nunca se decanta para un mundo u otro, y eso es un hallazgo que salva la novela de ser otra, de ser una novela cualquiera. Renuncia a explicar lo fantástico del mismo modo que también lo hace de lo real (geográfica y políticamente, por ejemplo). Son tan verosímiles como imposibles, las putas muertas colgadas de los árboles como los proxenetas con los bolsillos llenos de bolsas de cristal. Eso, tan complicado de hacer, esos lugares peligrosos los evita Vilar con suficiencia de autora superdotada haciendo de esta novela algo muy serio.

La trama principal habla de una hacienda con una vieja y sus dos hijas adultas, una de ellas enloquecida y creyéndose una perra, y un hombre. La hacienda está al borde de la selva que le nutre de gallinas, canes o jabalíes, así como hombres extranjeros que llegan desubicados o fugitivos y se quedan lo suficiente para dejar embarazadas a las mujeres fértiles. Ésa es la función de éstas. Porque con lo que paren, entregado como sacrificio, calman y pactan con el dios que anida dentro de la selva, un orden social de paz cruenta pero paz. Haz muchas madres en esta novela, muchas maneras de serlo, mutadas en Saturno, que saben que han de devorar a sus hijos para no ser devoradas ellas por la selva. La hacienda tiene corral de gallinas y corral de niños. Una casita de chocolate, con un buen puñado de Hansel y de Gretel escrito por una tercera hermana Grimm talentosa, caribeña e inteligente que también parece haberse leído a Stephen King.

Bien escrita y estructurada, El cielo de la selva, con más de media docena de personajes, definidos e inolvidables, con los que interpela al lector a pesar de la brutalidad y demencia que esconde cada uno de ellos en sus cabezas y sus actos. Toda la fascinación por esa abuela que te cuida y manda degollar. Por Santa, la madre que no es madre, por su dolor, por su celo, su hambre pagana, o Lázaro, el semental titular y residente. Así como Ananta la loca que se cree perra, la niña Ifigenia, la recién llegada Romina o el proxeneta Cangrejo. Esta novela que es un cuento, y este cuento que es una novela, funciona de principio a fin.  Nada sobra- quizás algunas imágenes sórdidas del final que casi decantan la balanza hacia un terror innecesario-, con un lenguaje que muta sin darte cuenta de duro e inmisericorde a lo onírico, fantástico y lírico sin nunca exceso de azúcar.

Diálogos que funcionan, cabezas enloquecidas a las que puedes seguir el flujo de pensamientos y deseos. Miedos atávicos, pesadillas y juegos con el mundo de los vivos y los muertos, la maternidad y el sacrificio, un mismo círculo para la vida y para la muerte. Y como el fin de fiesta, Elaine Vilar, mutada en gimnasta olímpica, clava el último salto y consigue, al menos en mi opinión, ovación, aplauso y selva roja si cabe.




El cielo de la selva

Elaine Vilar Madruga

Lava, 2023

348 páginas. 20,90 euros


El Pais. Babelia nº 1.651. Sábado 15 de julio de 2023

domingo, 9 de julio de 2023

El racismo, negro sobre blanco

Sergio C. Fanjul, Madrid



Manifestación de Panteras Negras, el 11 de abril de 1969 en Nueva York. / David Fenton (Getty)

Con sus gafas de sol, sus peinados afro, sus boinas puestas de lado, en fin, su aspecto entre cool y paramilitar, las Panteras Negras fundadas en California en 1966 por Huey P. Newton y Bobby Seale, protagonizaron la lucha antirracista en EE UU en unos tiempos convulsos, rodeados de controversia, de tensiones con las autoridades, de persecución del FBI. Su historia se cuenta en la novela gráfica El Partido de los Panteras Negras (Alianza Editorial), de David F. Walker y Marcus Kwame Anderson. No solo reivindicaron su causa en las calles y los medios, o defendieron de forma polémica la violencia como forma de autodefensa, sino que crearon programas sociales, de sanidad o educación, para ayudar a la comunidad.

El libro es una muestra reciente de las publicaciones relacionadas con lo afro y el antirracismo que aparecen aquí y allá en el panorama editorial español: no puede decirse que estemos ante un boom, pero sí ante una tendencia creciente y sostenida que responde al interés de la comunidad afrodescendiente en España y al del público en general, que pone el foco en el problema del racismo.

"Ya desde el 15-M hay un creciente interés en temas progresistas, y en editoriales que les dan cabida, ofreciendo textos nuevos y recuperando clásicos de autores como James Baldwin, Angela Davis o Frantz Fanon. Antes todo esto era un rinconcito del Rastro, ahora es un mercado más amplio", explica Ladislao Bapory Site, vallecano de origen ecuatoguineano, traductor, entre otros libros relacionados, de la novela gráfica de la Panteras Negras.

Se detectan diferentes corrientes dentro de los libros afro, según observa la periodista Lucía Mbomío, autora de Hija del camino (Grijalbo). Por un lado, las personas que nacieron en España o llegaron muy pequeñas, y que suelen escribir autobiografía, narrando su peripecia como personas negras en un mundo de blancos, sin que ello sea óbice para ocuparse de los contextos. Son los casos de la propia Mbomío; de Moha Gerehou, con orígenes en Gambia, autor de Qué hace un negro como tú, en un sitio como este (Península), o de Desirée Bela-Lobedde, de ascendencia ecuatoguineana, autora de Ser mujer negra en España (Plan B). Las experiencias de eso que alguna vez se ha llamado la afroespañolidad, y que son importantes en un país donde tradicionalmente han faltado este tipo de referentes.

La literatura afro sirve para que la comunidad cree lazos, se genere a sí misma, para que los lectores puedan verse reflejados en los textos: las personas negras nacidas en España habían crecido sin referentes en el terreno literario. Lo común para los jóvenes afroespañoles ha sido tener referentes afroamericanos. "Con la lectura de autores afro se experimenta una especie de abrazo retrospectivo: muchas veces cuando eres pequeña tus seres queridos no entienden que eres víctima de racismo, sino de casualidades, porque para ellos no eres una persona negra, sino un individuo", explica Mbomío. En los textos se descubre que el racismo se da en muchos lugares y lo sufren muchas personas, que es algo sistémico y universal: de repente se desvanece esa sensación de soledad.

Otra corriente tendría que ver con esas personas migrantes que han llegado con más edad, practican lo que Mbomío llama "narrativa del tramo", es decir, el relato del viaje hasta España, con las vicisitudes que suelen acompañar las migraciones. Por ejemplo, los libros del camerunés Sani Ladan, La luna está en Duala, o del ghanés Ousman Umar, Viaje al país de los blancos y Desde el país de los blancos, todos ellos publicados por Plaza y Janés. Son textos que dan cuenta no solo de un viaje tanto física como mentalmente doloroso y transformador, sino también de un abrupto choque con una sociedad que no suele acogerles como esperaban: la tierra prometida no existe, o no es como se la habían imaginado.

"La comunidad afro en España es muy heterogénea", dice Yeison F. García, politólogo, miembro de la asociación Conciencia Afro y autor del poemario Derecho de admisión (La imprenta). El poeta es afrocolombiano y, como él, muchas personas negras en España tienen orígenes latinoamericanos. Otras provienen de África. De ambos orígenes, algunas nacieron en España y otras han migrado, y así se mezclan varias generaciones. Tal vez eso ha significado un problema para formar comunidad y contarse su propia historia.

Estereotipos impuestos

"La creación de un marco estético puede servir para que la sociedad empatice con nuestro discurso, pero también para le creación de una subjetividad afro común en una comunidad tan diversa", dice el poeta. A veces, como señala Ladislao Bapory Site, lo que crea la subjetividad común es la mirada exterior, la mirada blanca, su trato y los estereotipos impuestos.

"Hay un borrado de la presencia negra en España", explica Silvia Ayang, más conocida como Afropoderossa por su activismo en internet, nacida en Guinea Ecuatorial y criada en Camerún, Gabón y España. Ahora saca el libro España no es solo blanca (Molino), donde ahonda en las grandes figuras olvidadas de la España negra. "En la historia de España hay mucha población negra, porque tenía colonias fuera de Europa, en África y Latinoamérica. Mi abuelo era español, pero no era blanco", señala. La historia de la colonia de Guinea Ecuatorial suele olvidarse en favor de Cuba y Filipinas. 

Tampoco gusta recordar que España fue uno de los países que comerciaron con esclavos negros africanos. "De hecho, en Andalucía no era un lujo tener esclavizada en casa a una de esas personas que vivieron en una época en la que ser negro era una condena", dice Ayang. Continúa: "Son historias que hay que contar, y que cuento para que mi hija de seis años las conozca". Algunas figuras a rescatar: sor Chikaba, la primera mujer negra en escribir en lengua europea; Juan Latino, la primera persona negra que cursó estudios universitarios en Europa; Rosalía Gomez y Cándida Jiménez, las últimas mujeres esclavizadas en territorio español.

La editorial Capitán Swing lleva desde sus inicios manteniendo una línea Black Power donde rescata grandes autores, ya clásicos, de la corriente, como Angela Davis, Malcolm X, bell hooks, Assata Shakur, Octavia E. Butler o Audre Lorde. "Estas temáticas están infrarrepresentadas en cuanto a traducciones disponibles", explica la editora Blanca Cambronero. Entre los libros más recientes publicados por la editorial están No me toques el pelo, de Emma Dabiri; Afropean, de Johnny Pitts; Feminismo de barrio, Mikki Kendall, o Barco de esclavos, de Markus Rediker. En los textos, la cuestión racial suele entrelazarse con otras: "Muchos de los autores que publicamos saben que no pueden hablar de cuestiones raciales sin integrar cuestiones de clase o de género, por ejemplo, la lucha no puede ser estanca", dice la editora.

El Pais,Cultura. Sábado 1 de julio de 2023