lunes, 18 de agosto de 2014

Ulises K (y II)

Situado en una  habitación amplia, con un ventanal de espléndida panorámica, viejos tejados ocres, la aguja gótica de la catedral recortada contra el limpio cielo azul. el suelo de mármol negro, vigas en el techo. Todas las paredes estaban cubiertas por vitrinas de libros, estatuillas y  objetos, junto a grabados en bellos marcos: Holbein y Durero. Había también una mesa de trabajo y una gran chimenea de piedra.
En la mesa se sentaban dos hombres; el más joven  sostenía entre sus manos una daga y explicaba a su acompañante de una manera didáctica, mientras dedicaba una sonrisa como un niño que cuenta sus travesuras. Escuchándolo muy atento, un hombre, consumido y terroso de ojos grises, de rasgos singularmente vagos.
- La hoja es de diez pulgadas de larga; con una anchura de dos pulgadas en la base terminada en punta, redondeada y afilada al mismo tiempo. Es de doble filo.
La vaina de metal es singular: una de sus partes es perpendicular a la otra, lo cual unido al hecho de que viene a prolongar la empuñadura de la daga, le da apariencia de cruz.
En una de sus caras ha sido grabada la imagen de un cristo crucificado, mientras en la otra ostenta la siguiente inscripción en latín " Mihi vindicta: ego retribuam "- Mía es la venganza, y la cumpliré -.
En la hoja grabado en mayúsculas con una caligrafía inglesa antigua "AGUARDO HIERO". En el pomo inciso un pentáculo .
Se detuvo. Dejó la daga en la mesa y extrajo dos cigarrillos de un cajón de la mesa. Alargó la mano con uno hacia su acompañante, con un guiño cómplice.
- Sabe que no debo fumar. Mi médico me lo ha prohibido. – los ojos grises vacilaban.
- Ommes vulnerat , postuma necat . Todas hieren, la última mata.
- Probablemente por eso siempre fumo con usted. El tiempo, las horas de ese acertijo, acabarán por quitármelo todo.
Tras encender los cigarrillos, y aspirar golosamente el humo, volvió a coger la daga y continuó:
- Lamentablemente, pese a tan aparatosa ostentación de detalles, esta daga no posee ninguna propiedad "mágica". De una forja excelente, su filo es prodigioso, pero el hecho es que las heridas que ha causado a varias personas, no son obra de la "voluntad" de la daga.
En la capilla donde ocurrieron los hechos se encuentra un mecanismo secreto, olvidado por todos, excepto por una persona, y que lanza la daga al pisar cierta baldosa, el porqué de las víctimas es un asunto que no viene al caso. Pero es así. Una suerte de muelle lanzaba la daga a través de un hueco en la piedra, sutilmente oculto. Me fue difícil hallarlo. Lo siento mucho señor Cartaphilus, pero esta no es su daga.
Los ojos grises chispearon unos segundos, dando vida al rostro.
- Pero sigue siendo hermosa. Y se sumará a la colección que poseo. No pongo en duda que usted seguirá indagando en su búsqueda.
- Por supuesto, por supuesto.
- Bien, bien. Hasta la vista entonces.
- Hasta la vista señor Cartaphilus.
El anciano se guardó la daga en el bolsillo. Llegó hasta la puerta donde le esperaban sus empleados. Ellos cerraron la puerta tras instalar al señor Cartaphilus en una silla de ruedas. Ulises permaneció sentado fumando. El humo del cigarrillo subía en forma de espiral hasta el techo .Sus ojos fijos en el infinito de esas formas etéreas. Su cigarrillo se consumía entre los dedos. Dos golpes en la puerta lo sacaron de su abstracción. Comenzaba otra nueva aventura. Comenzaba su propia bajada a los Infiernos tanto tiempo postergada.

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