viernes, 21 de marzo de 2014

Temporal

El piloto Igor Dylaniev de treinta y seis años, objeto de unánime estima, ha sido hallado muerto por suicidio en su cabina.
El médico de servicio ha establecido que la muerte se ha producido por sobredosis de alcohol y barbitúricos en individuo debilitado por diecisiete cuchillazos en el pecho.
Los funerales se celebrarán mañana.

Una semana antes.

- Oh, señora Minnie. Enhorabuena por su nuevo peinado ¡Bonito corte! ¿A que peluquero va?
-Mi nuevo peluquero son las radiaciones.
-Pasen. Los ascensores están al final del pasillo. Les aconsejo que se arremanguen los pantalones. La alfombra verde que encontrarán no es moqueta, sino moho.
-Vayamos al grano. Mi ORO
-Dos meses perdidos y ni siquiera un saludo.
-Intente llorar, tal vez me enternezca. Dime donde esta mi ORO si no quieres encontrarte en el pellejo del idiota de Boris.
- Es verdad, ya no quedan idiotas como Boris.
- Empieza a hablar.
-Bueno, imperturbable y todo eso, rumbo a cuadrante desconocido del Mar Universal. Allí nos esperaba un tiempo de lo peor de la galaxia. Desgarrones temporales, he visto a los barómetros hacerse el hara-kiri con la agujas, se lo juro.
Imperturbables, como decía, confiaba en no vomitar, en que el trasto aguante, que el dios del hierro y del acero echara una mano a la astronave (mierda, mierda, mierda). Y en esas estábamos cuando supe con absoluta certeza que no iba a poder. Fue una de esas intuiciones lúgubres que preceden a los acontecimientos y los marcan, antes incluso de que se produzcan, con signos premonitorios del desastre inevitable. La Garde recule. A pique, como el Titanic, sin medias tintas, y se me ocurrió que tal vez a alguien le interesara mi historia.
Y así fue.


No hay comentarios:

Publicar un comentario