viernes, 21 de marzo de 2014

Crepúsculo

Hoy he recibido una carta de unos amigos. Gente con la que no trataba desde hacía dos años. Me encontraba limpio de recuerdos, tan solo un par de detalles siniestros Me imaginaba un reproche.
Me encontré un insulto. Me encontré con la muerte. Detalles, explicaciones, sin sentidos. Uno de mis mejores amigos había fallecido.

Mi despedida, a alguien que no veré más, continúa en mi cabeza como una cinta continua mucho más de lo que puedo soportar.

Hoy es ayer.

Un nuevo brindis. Ya he perdido la cuenta. La inevitable seguridad de la muerte es un insulto arrojada sobre su juventud. Una parte de él subsistirá en mí, en todos cuantos le conocieron. Sus gestos sus bromas, una pequeña parte de él ¿pero cuanto sabrán los demás de él?

¿Acaso una apretada línea donde estén su nombre y apellidos, su edad y su lugar de nacimiento? ¿Es esto suficiente? ¿Bastaría un libro completo donde se leyese como fue su vida, qué le agradó o le desencantó?¿A quien conoció?¿Un tomo?¿Tomos que desgranasen su vida hora tras hora, minuto a minuto? ¿Y lo que sintió cada segundo de su vida, tristeza, alegría, satisfacción por cada uno de esos pequeños actos?¿También que hubiera sido o hubiese hecho a largo de su vida?¿A quién hubiese conocido?¿O hubiese amado?

Una vida no la contendría ni todo el papel del mundo, una vida solo la contiene la muerte, infinita e inescrutable.

Francisco Fernandez

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