domingo, 12 de junio de 2011

La Sombra de Caín


¿Qué sueños alberga un ser inmortal? En su cuerpo ya no siente el peso de la muerte. En sus manos el tiempo se halla detenido, contemplado como un paisaje sin principios ni fines.
Al caminar entre las ciudades, entre el amor de mujeres y las lágrimas del destino, superponer las emociones hasta encontrar la respuesta. Tan sólo quedan los laberintos y sus enigmas, los portales del inconsciente por abrir. Los dioses aguardan en silencio, mientras una lucha sin esperanza se desata en la mente, y el corazón se va llenando de habitaciones vacías, de objetos sin uso ni memoria, de palabras huecas. Lenguajes que se transforman a lo largo de los años, convirtiéndose en ríos. Recuerdos, nombres que pierden todo sentido, desgastándose en el paladar hasta volverse briznas de lo que una vez fueron y de a quien pertenecieron.
El mar de los sueños golpea las islas, arrancada de las mareas vitales de los hombres. El gran abanico del primero de los Ocho Inmortales Chinos se agita, para avivar el espíritu de los muertos. Y las ruedas de fuego giran para alejar el invierno y la muerte, mientras pájaros invisibles vuelan hacia el cielo y descienden sobre el suelo de la inmovilidad de cada ciclo. Mientras el elegido, colocado en el centro del círculo, con los brazos extendidos, unido al vacío perfecto de su alma, echa en falta un desafío.

Francisco Miguel Gambero Macías (en algún momento de finales del siglo XX)

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