viernes, 15 de septiembre de 2023

Todos somos griegos



Historia Oxford de Grecia y el mundo helenístico

John Boardman, Jasper Griffin y Oswyn Murray (editores)

Traducción de José C. Vales

La Esfera de los Libros, 2023

575 páginas. 25,90 euros.



Por Manuel García Sanchez

Todos somos griegos, o al menos eso creía Percy B. Shelley cuando defendía con pasión desde el Romanticismo que nuestras leyes, nuestra literatura, nuestra religión, nuestras artes tuvieron sus raíces en la Grecia antigua. Solo había que sumar un poco de orientalismo, como hicieron Condorcet, Stuart Mill o Spengler, entre muchos otros, para considerar que sin los griegos Europa estaría poblada de minaretes, más próxima a la barbarie que a la civilización, y que en la batalla de Maratón o en Salamina un puñado de soldados salvó a la civilización. Eso que llamamos Europa es el fruto, ciertamente, de una encrucijada entre Atenas, Roma y Jerusalén, aunque no es menos verdad que antes que ellas, desde las rutas de Oriente Próximo y desde Egipto, desde la ruta de la seda, desde Persia o Mesopotamia, fuera tan solo pacotilla lo que alcanzaron los emporios y las ciudades griegas ni que fueran sociedades vertebradas por el despotismo y la superstición. No es menos cierto que las concepciones del mundo egipcias y mesopotámicas fueron las que avivaron entre los griegos su propensión a preguntarse sobre el porqué de las cosas y a estimular su habilidad para crear belleza, la invención de las artes y las ciencias, pero no es menos verdad que es herencia de Grecia el que la concibamos tal como las concebimos todavía hoy.

De lo que no cabe duda es de que siempre volvemos a Grecia, para bien o para mal, en busca de humanismo o para legitimar tozuda e inmoralmente el eurocentrismo, porque en ella se encuentran los orígenes de nuestra identidad, de nuestra comunidad imaginada, con sus ficta y sus facta, y nada mejor que hacerlo de la mano de mistagogos oxonienses y coregos experimentados como sir John Boardman, desde la arqueología y la historia del arte; Jasper Griffin, desde la mitología y Hesíodo, u Oswyn Murray, desde la historia y la sociedad; desde una polifonía armónica de sabios coreutas como Martin West y Julia Annas al tratar sobre filosofía, como Simon Hornblower o Robin Lane Fox al acercarnos la historia clásica o la cultura helenística, como la de Jonathan Barnes al diseccionar la ciencia helenística, entre muchas otras timbradas voces conocedoras como nadie del mundo clásico.

La virtud de esta completísima y ya clásica Historia Oxford de Grecia y el mundo helenístico reside en el hecho de vencer un mal hábito de larga duración, a saber, el de convertir, y demasiadas veces desde la monodia, la historia tan solo en historia político-militar, lo que la Escuela de los Annales denunció hace ya muchos años como histoire événementielle, como historia de los acontecimientos. Es esta una historia cultural y en ella figuran tanto Pericles como Alejandro, Homero, la tragedia ática, la filosofía o la religión, el acontecimiento y la larga duración, el genio individual y la mentalidad colectiva, la racionalidad apolínea y la irracionalidad dionisiaca. No se descuida tampoco la mitología o la historia del arte griego e incluso se nos teletransporta hasta la vida cotidiana y la sociedad. Es esta una manera sabia de escribir una historia de Grecia, con el aval de la interdisciplinariedad y la voz de reputados especialistas, desde múltiples moradas, desde el saber de filósofos, historiadores del arte o arqueólogos que nos acercan, desde perspectivas diversas, todas las Grecias.

Sí, se objetará quizás que se trata de una obra clásica en su planteamiento historiográfico al idealizar a Gracia y al mundo helenístico e imponer una cierta sordina a la deuda de Grecia, de Europa, con Oriente. Una lectura atenta desmitirá tal reparo y lo que sobre todo le confiere su carácter de clásica no es para nada una escritura de la memoria pasada de moda o ya superada historiográficamente, sino todo lo contrario, que en sus páginas aprendemos siempre la necesidad de volver a Grecia, también en una época en la cual nos acercamos al pasado con una mirada presentista y multicultural.

Épica y lírica, filosofía y teatro griego, mitología y religión, arquitectura y arte, todo ello de la mano de relatos de historia y de historiadores griegos, nos revelan porqué todos somos griegos. Sus historias y sus ideas nos resultan siempre familiares, tanto da que acompañemos a Antígona en su dilema moral o que los átomo s sean todavía hoy el fundamento de la naturaleza. Como diría Goethe, seguimos sintiendo a Grecia como nuestra porque Homero fue modelo de Virgilio o Dante y la mitología griega persistió en todo el arte europeo, en Miguel Ángel o Rubens, en Milton o Keats, porque Grecia inventó la democracia y porque sigue siendo criterio de evaluación de casi todas las cosas. Grecia siempre nos ayuda a comprender y a comprendernos, a entender y a entendernos, a desvelar lo divino y lo humano, la naturaleza y la convención. Por supuesto que podemos también censurar a Grecia, por el esclavismo, por la discriminación de la mujer. Pero el legado de Grecia supera ampliamente sus delitos y faltas, sus vicios, y porque Grecia siempre tiene la ventaja de que su pasado no es nunca un país extraño. Todos seguimos siendo griegos, sencillamente porque, como dijo el poeta Odisseus Elitis, allá donde vamos, Grecia va con nosotros. Tal es el poder liberador del pasado de Grecia, de su palabra fértil, tal es su poder terapéutico para liberarnos de la tiranía del presente, todo ello hace de Grecia la escuela de la civilización, por qué todos nosotros somos griegos.




El Pais. Babelia nº 1.647. Sábado 17 de junio de 2023



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