lunes, 13 de julio de 2020

La lectura gana la partida

LA VIDA POR AQUÍ | JUAN CRUZ


Soto del Real se escribe ya en mayúsculas en la historia de la lectura. Acaso no será nunca tan famoso como Reading, donde un poema de Oscar Wilde hizo imperecedera una cárcel. Pero si la biblioteca pública de este pueblo de Madrid sigue ganando galardones por su audacia para poner a leer a niños, mayores y presos, pronto podría dejar de ser conocido solo por acoger a presos cuyas condenas merecen, según la justicia, una vigilancia intensiva.

Ahora esta biblioteca se ha llevado el Premio Biblioteca Pública y Compromiso Social que otorga la Fundación Biblioteca Social. La pandemia irrumpió y el 18 de marzo, cuando se anunciaba el fallo, nadie estaba para fiestas. En 2019 fue Premio Nacional de Bibliotecas Públicas. "Competía con otras de mayor envergadura en empleados, población y presupuesto".

Quien dice el entrecomillado es una antigua usuaria, la matemática Alicia Feliciano, que fue la que alertó a EL PAÍS del poderío bibliotecario de Soto. La biblioteca del pueblo ganó el premio por sus iniciativas Biblioterapia para mayores, que lleva cada mes libros a las residencias de ancianos; Leyendo con mi mejor amigo, que se dirige, con ayuda de perros adiestrados para ello, a niños o mayores que tienen dificultades para leer, y Libros que saltan muros, que se vuelca en los reclusos de la prisión más famosa de España.

La biblioteca recibe los premios, pero quien debería recibirlos por la potencia de sus ideas es Juan Sobrino, su director, dice Alicia. Él está ahí desde 2006. Se empeñó en hacer del poder de la lectura "una herramienta para construir un mundo mejor" y ha convertido la biblioteca "en el corazón vivo de la comunidad, en un refugio en el que pasan cosas". Ahora aquella biblioteca en la que apenas había dos personas al cargo tiene hasta un canal de You Tube.

Esa Biblioterapia para mayores rescató a los ancianos de la invisibilidad social en la que viven, y no solo en Soto. Sobrino creó una colección específica para ellos, los llevó a escuchar libros, él y otros compañeros suyos fueron a leerlos y ahora, cuando no se puede acceder a los lugares en los que viven, acuden a recitarles o a cantarles desde la calle, "¡A veces no se acuerdan de lo que han comido en el día, pero no se han olvidado de los poemas que se aprendieron en su juventud!". La lectura con el mejor amigo es una prolongación de una iniciativa norteamericana de 1998 común ahora en algunos centros educativos: perros adiestrados para ello siguen las lecturas que se hacen a niños o mayores con dificultades. Cuando esas dificultades son evidentes, los perros interactúan, expresan de alguna manera el interés por que siga la lectura, "y el resultado es un placer emocionante".

La cárcel era el reto. Atravesar sus muros con libros. Desde hace dos años la biblioteca se desplaza cada mes. Han leído Las uvas de la ira, de Steinbeck; Lolita, de Nabokov... Silencio y preguntas en un orden perfecto entre los reclusos elegidos para cada sesión. Llevan dos años trabajando con ellos. "A veces preguntan qué pasa afuera", dice Alicia, que va con otros voluntarios en compañía de Sobrino.

"El otro día me contó un recluso que había redescubierto el amor por las cartas manuscritas, por recibirlas, por responderlas. Y esa noche yo misma le escribí una carta a mano al hijo que tengo estudiando en Inglaterra". El triunfo del manuscrito es también el éxito de la lectura.


El Pais, sabado 11 de julio de 2020


No hay comentarios:

Publicar un comentario