viernes, 19 de marzo de 2021

Dentro y fuera de los libros

 Por José Antonio Millán

El libro es un curioso objeto intelectual y material, inscrito a la vez en el tiempo y en el espacio, en los mapas conceptuales de nuestros saberes y en la geografía de nuestras ediciones y lenguas. Esta realidad poliédrica favorece la constante generación de obras que estudian alguno de sus aspectos, hasta tal extremo que los libros sobre libros ya son un género propio en las librerías.

Que el libro no se agota en sí mismo es un hecho claro, y nada lo demuestra mejor que los aparatos destinados a navegar en su interior. Surgidos inicialmente para el estudio de las Escrituras, los índices pronto se convierten en una pieza fundamental en el saber. María Gioia Tavoni, profesora en Bolonia, recorre su historia en su obra Circunnavegar el texto. Los índices en la Edad Moderna. Comienzan como un apoyo privado a una lectura. Las listas de temas y subtemas, de nombres y lugares,  las creaban los lectores con el propósito de recuperar fácilmente los fragmentos de texto que les habían interesado. Los indices crecen y se hacen más precisos con las balizas que roturan las obras: inicialmente, los nombres de capítulos y apartados, luego, la numeración de las hojas y, por último, de las páginas.


El cerebro del niño (1914), óleo de Giorgio de Chirico.

Esos índices personales de la época del manuscrito son a veces copiados y disfrutados por otras personas, de modo que cuando llega la imprenta es lógico que comiencen a imprimirse, muchas veces independientemente de la obra a la que se refieren. Pero no sólo se guían por los contenidos evidentes: en el caso de obras de materia religiosa pueden ayudar a descubrir ideas compremetedoras que el recelo del autor había camuflado. Por este motivo, un índice (!no la obra¡) podía acabar en el Índice... de libros prohibidos. Por último, un índice como el que el pastor Muchon hizo en 1780 para los 33 volúmenes de la Encyclopédie tiene la capacidad milagrosa de restituir al orden de la razón los conceptos que la obra había repartido alfabéticamente en diversas entradas. En el momento actual, cuando el ahorro y la incuria editoriales hacen que se prescinda frecuentemente de este útil aparato, una obra como Circunnavegar el texto recuerda la sutileza y el poder de índice bien confeccionado (como el que cierra este cuidado volumen).

Pero el libro, como objeto material y cultural tan inserto en nuestro imaginario, se puede abrir en un mundo de experimentación. En El libro expandido. Variaciones, materialidad y experimentos, la poeta y profesora Amaranth Borsuk recorre primero las formas históricas que adopta en distintas culturas para desembocar en el auténtico tema de su obra: la expansión del "códice" en reencarnaciones digitales y en manipulaciones artísticas que permiten reflexionar sobre su naturaleza y desbordar sus límites. La experiencia del libro electrónico, en el que objetos del tamaño de libro de bolsillo rebosan de obras, se complementa con las intervenciones poéticas que juegan con el continente y el contenido. Así, aparece el libro-caja o archivo, el libro desencuadernado o recombinante, como trampa o burla de uso, para recordar su identidad a través del extrañamiento y la autorreferencia. Libros hechos de materiales perecederos, que acentúan su carácter efímero; libros que rompen la linealidad, con su contenido accesible de múltiples maneras; libros censurados, de páginas tachadas, o atravesadas de clavos...Cuando los artistas quieren desafiar la cultura heredada no la transgreden creando variantes de muebles o automóviles, sino de libros: el "libro de artista" es un elemento definidor del siglo XX, como presencia constante en cada vanguardia artística, del futurismo en adelante. Poesía y tecnología se dan así la mano en El libro expandido, que contiene una sabrosa antología de citas sobre el libro, y que a través de una cronología, glosario y lista de lecturas complementarias permite poner cerco a una realidad polimorfa.

Emparentado misteriosamente (por la aparición simultánea de estas obras en el mercado) tanto con la baliza textual como con el arte libresco, el bibliotecario e historiador de la edición Massimo Gatta aborda en Breve historia del marcapáginas un elemento indispensable en la apropiación del libro por parte del lector: el señalamiento del punto en el que cesa la lectura. El marcapáginas es el pariente rico del ominoso pliegue de la esquina de la hoja, es la apoteaosis del objeto que el azar dispone para marcar un lugar (incluyendo el dedo del lector). Y puede venir incorporado a la encuadernación (cinta, tira de cuero ricamente adornada) o ser pieza exenta con decoraciones o publicidad (como la mise en abyme del marcapáginas del libro sobre el marcapáginas presente en este volumen). Objeto de coleccionismo, o pieza efímera del comercio y la industria, en esta pequeña pieza se condensa el alto en la lectura como promesa y recordatorio de su continuación. Treinta ilustraciones a color que recorren una rica panorámica de la materialidad de la pieza (¡el lector  la lectura de Bronzino!) complementan esta pequeña, juguetona obra.


El Pais. Babelia Nº 1.522, sábado 23 de enero de 2021



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