jueves, 5 de julio de 2018

Pulp Life (Vida Mostrenca)



1 El 19 de diciembre de 1986, la actriz Susan Cabot murió después de que su propio hijo le propinara una gran paliza. Con una biografía en la que confluyen abusos infantiles, desengaños amorosos y vaivenes profesionales, la Cabot ha pasado a la historia del cine de culto por su encuentro con el rey de la serie B Roger Corman. De su relación surgieron Carnival rock, Sorority girl, La guerra de los satélites, Viking women and the sea serpent - todas ellas de 1957-, La ley de las armas (1958) y el que sería el mejor trabajo de la actriz, La mujer insecto (1960). Fijémonos en cómo riman vida y arte: en La mujer insecto, la Cabot encarnaba a una cosmetóloga que se inyectaba jalea real en las venas para conseguir la juventud eterna. Inevitablemente, por pura lógica del género, acaba convirtiéndose en un monstruo. Timothy Cabot, el hijo y verdugo de esta fugaz estrella, nació el 27 de enero de 1967 en Washington, tras un parto que requirió una cesárea de emergencia para liberar el ovillado intestino de la madre. prematuro y aquejado de ictericia, el bebé estuvo hospitalizado durante sus dos primeros meses y medio de existencia. Años después, los médicos determinaron que los periódicos ataques del niño estaban causados por una hipoglucemia aguda. Pero lo peor estaba por llegar. En 1970, ese hijo de padre desconocido, que Susan Cabot atribuía, alternativamente, a un aristócrata inglés o a un agente de la CIA o del FBI - aunque el abogado de la familia consideraba fruto del affaire entre la actriz y el rey Hussein de Jordania-, vio cómo su vida se transformaba en una película de serie B. Los médicos le diagnosticaron enanismo y propiciaron su conversión en cobaya para experimentar una nueva hormona de crecimiento extraída de la pituitaria de cadáveres humanos. Susan Cabot sobreprotegió al hijo hasta extremos rayanos en lo malsano, aislándolo de ese mundo real que sabía hostil. La hormona experimental obró milagros: Timothy logró superar en cuatro pulgadas la altura de la madre. Pero la Cabot, cada vez más desequilibrada, dejó de suministrar correctamente la medicación a su hijo, que acabó convirtiendose en un monstruo. Conclusión: la vida y la serie B son vasos comunicantes. Las películas de monstruos son un espejo. No nos hace falta ser Susan Cabot para poder entender nuestra vida a través de la serie B (o Z). Todas nuestras vida son, cada día más, vidas pulp.



2 Esta historia sirve como referente al soberbio relato de Rodrigo Fresán Historias con monstruos , del volumen colectivo Invasores de Marte (Mondadori, Almanaque de invierno, Reservoir Books). El volumen es lo más parecido a una versión fin-de-milenio de esos pulp magacines que fertilizaron el imaginario colectivo americano de los cincuenta con hiperbólicas invasiones extraterrestres, surreales mutaciones y surtidas derivaciones del terror atómico. También podría interpretarse Invasores de Marte como un episodio de la serie La dimensión desconocida hecho libro: Javier Calvo -el Rod Sterling particular de esta operación, que abre el volumen con un texto sobre la mutación autorreflexiva de la ficción de género -lanza a un puñado de escritores en lengua hispana a la Realidad Paralela de la literatura de terror y ficción científica, en cuyo seno acabarán descubriendo que los trucos serie B sirven para lo mismo que la narración - o la poesía - sin adjetivos: para entender cosas. Tras la estimulante sucesión de delirios -del vampirismo republicano a los combates en clave manga-, el libro se cierra con un ensayo-espectáculo de Eloy Fernández Porta que amplifica el alcance del juego, vinculándolo a las últimas derivaciones del postmodernismo literario. Mi consejo: déjense abducir por este sobrecogedor expediente x del mercado editorial.

Texto: Jordi Costa Ilustración: Darío Adanti.


El Pais de las Tentaciones

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