viernes, 6 de julio de 2018

Ciencia-ficción jurásica

Un español inventó la máquina del tiempo antes que H.G. Wells. Puede parecer increíble, pero es así. Internet permite ahora recuperar estas y otras historias fantásticas de hace un siglo.



Don Sidulfo García, zaragozano solterón, astilló una idea revolucionaria de se cráneo después que su sobrina y su criada rechazaran sus propuestas eróticas. ¡El anacronópete! ¡Una máquina del tiempo! La idea que desollaría la historia, que inventaría un mundo nuevo (con sobrinas y criadas sumisas, por supuesto). En 1887, el escritor madrileño Enrique Gaspar concibió la primera máquina del tiempo de la literatura de ciencia-ficción, ocho años antes de la mítica The time machine, del ingles H.G. Wells.

¿El anacronópete? Incluso es complicado de vocalizar. La novela andaba desaparecida, gravitando en la memoria de algunos lectores centenarios. Hace dos años la Asociación Española de Fantasía y Ciencia Ficción (AEFCF), escarbó en los rincones de bibliotecas privadas hasta que encontró la milagrosa máquina. En la exploración, tres clásicos españoles más esperaban ser desenterrados de los musgosos anaqueles: El último héroe (1913), El secreto de Lord Kitchener (1914) y El amor dentro de 200 años (1932).




Una idea peligrosa

 Sindulfo había diseñado una nave cuadrúpeda –ensartada por cronómetros y barómetros- que se abastecía de electricidad. El ovni lucía cuatro cucharas gigantes atadas en los ángulos con el fin de arrancar la costra de gérmenes atmosféricos que, según el hidalgo, forman el tiempo. El mecanismo era sencillo: sobrevolar la Tierra en sentido contrario hasta llegar al pasado. “Es una obra que tiene la ingenuidad de cualquier novela de principios de siglo. Si hay que viajar en globo a Venus se viaja y no se plantea como se va respirar”, explica Javier Romero (32 años), portavoz de la AEFCF.

 Ingenuidad que se conserva fresca. Las cuatro ficciones acaban de ser editadas en disquetes por la asociación después de una meticulosa labor: escanear los únicos libros que se conservan. “Son los textos que no se había vuelto a publicar desde su primera edición (aunque el Circulo de Lectores ha lanzado hace poco la obra de Gaspar) y lo que buscamos es que se conozcan”, agrega Romero. Las novelas estás libres de derechos de autor y la AEFCF las ofrece gratuitamente a quienes contacten con ellos a través de la Red.

La novela El anacronópete vendió en su momento 10.000 ejemplares, un best seller para la época. El culebrón de un vejete que invertía la herencia de su esposa (muda) en un artefacto exótico realmente destinado a seducir a su rolliza sobrina, entre otros fines, enganchó a los lectores.



Mentes calenturientas

 El tono de las novelas es más visceral que científico. En El último héroe (1913), su autor, Roque de Santillana (agobiado por la inminente guerra), crea un Superman con poder para pulverizar Ejércitos, no con rayos X, sino con un pedazo de minicañon nuclear. En El secreto de Lord Kitchener (1914), de Domingo Cirici, la guerra es un hecho, pero tiene un sorpresivo invitado: España. El país recibe la unción por solicitud encarecida de una tal miss Pankurst, una especie de Thatcher primigenia.

“Pronto correréis como gallinas, ¡oh, cobardes germanos!, cuando pisen vuestros talones los bravos soldados de España, los descendientes de aquella raza invencible y generosa que fue asombro del mundo”. Los ingleses (azuzados por la aviación alemana), de repente se confesaban admiradores de los vecinos del sur al punto de publicarlo en sus periódicos.

“De la novela de Cirici se editaron unos doce mil ejemplares en España y cuarenta mil en Alemania”, asegura Agustín Jauregitzar (66 años), propietario de la rarísima biblioteca (5.000 libros de ciencia-ficción), donde dormían las curiosidades literarias ahora recuperadas. En aquel enjambre de alucinaciones y visiones científicas, la prehistoria española del género posee unos saurios considerables. “Un manuscrito español de 1541 tiene el mérito de ser el primero en hablar de un viaje a la Luna. Lo escribió un cura, Juan Maldonado. Desde esa fecha hasta comienzos del siglo XX existen unos cuarenta libros reseñables”, comenta Jaurengitzar mientras nos enseña su colección.

Y si hay que destacar rarezas, las utopías del militar anarquista Alfonso Martínez Rizo, sugieren un plus febril. En la novela 1945 el advenimiento del comunismo libertario, el puntilloso escritor advierte sobre la “caída de la burguesía” y por tanto del pudor. En El amor dentro de 200 años (1932) su visión erótico festiva del mundo alcanza el clímax. Amor y sexo fácil, instintivo salvaje, sin tantas antesalas chorras. ¡Vaya abuelito! Y luego dicen que en el pasado no cultivaban sanos pensamientos. Texto: Juanjo Robledo Ilustración: Javier Olivares



El País, Viernes 16 de Marzo de 2001

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