sábado, 30 de mayo de 2015

De la tarea de escribir, del ingrato recuerdo y de la memoria infausta

No fue un gesto veloz. Tampoco una ilusión momentánea. Hay algo en la tarea del escritor que atrae. Transcribir en letras, actos y pasiones, pensamientos y sueños, tiene algo mágico. Según uno se va formando y aprende ciertos rudimentos, suele tener una aproximación a la literatura. Una cuestión milenaria.

La vida simbólica propia del hombre se proyecta en un lenguaje cultural cuya estrategia es fundamentalmente dialéctica. Dialogia de eros y logos, mito y razón, materia y espíritu: mediadas por el alma como seña de identidad transitiva del hombre  en el mundo.

Normalmente el paso del tiempo, el peso de los acontecimientos establece una selección natural de personas encauzados o no hacia las letras.
Ya digo, él no pertenecía al gesto veloz de la literatura, ni tampoco sentía la ilusión momentánea de algo nuevo. Formaba parte de algo nuevo. Formaba parte de su naturaleza como podría hacerlo sus cabellos rizados, o sus manos delicadas.

Según John Keats, para poder escribir “hay que hacerlo teniendo los pies en el jardín de la casa y tocando con un dedo las esferas del cielo”, y, de hecho, escribir es una tarea profundamente misteriosa que molesta en este mundo moderno.

Al leer sus escritos, los fragmentos de sus novelas, los relatos, acabado o no, sus ensayos, sus cartas, sus declamaciones sentimentales, sus poemas, al leer gran parte de lo que escribía sentía admiración sin límite.

Me descubría a mi mismo buscando los siguientes capítulos de diversas novelas, intrigado por una obra que tan solo estaba en su cabeza. Rimas y estrofas bellas, frágiles, tristes. Ensayos, cuentos. Sin ser un profesional de las letras, su implicación siempre es sincera. Y poco a poco formó su propio universo creativo. Artes gráficas y literarias pasan por sus ojos y se reinventan a través de sus manos. Procesos creativos que pueden tardar años, gestándose entre madrugadas y amaneceres de días distantes.

Como el ratón que roe el queso de la trampa
Babu pregunta:
¿a que sabe tu mente?



Ningún hombre sabe quien es,  ningún hombre es alguien. La frase que sigue es falsa. La frase que la precede es verdadera.

El alma está siempre en construcción: un arquitecto enloquecido la levanta sin planos.

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