martes, 1 de noviembre de 2022

Cuando vienen a por ti los troles de Mordor

ELPAIS. Sábado 17 de septiembre de 2022

EL FARO DEL FIN DEL MUNDO / Jacinto Antón

Pensaba que lo peor que podía enviamos Sauron, el villano de El Señor de las Anillos, eran los Nazgûl, el Balrog de Khazad-dûm o tropas especiales de orcos, tipo los Uruk-hai. Pues, no. Lo peor son los troles de Mordor, el fandom radical de Tolkien. Madre mía, cómo se han ensañado en las redes con un servidor por un quítame allá unas consideraciones sobre el escritor.

En casi 40 años de periodismo nunca había sido mis vapuleado que por opinar sobre El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder, la serie de Amazon PrimeVideo. He quedado estupefacto al ver la vehemencia, vehemencia y hasta violencia con que algunos se han visto en la necesidad de rebatir a bastonazos lo que escribí sobre el creador de la Tierra Media.   

No se crea que dudé ni lo más mínimo de la calidad del autor (del que soy un ferviente admirador), o que me metí con su buena madre, la señora Mabel Suffield. ¡Pero si hasta tiro al arco como Legolas! Simplemente, apunté que Tolkien era misógino, que la elfa Galadriel original (la de la serie es más mundana) era como una Virgen María de orejas puntiagudas; o que El Silmarillion me parecía un mamotreto (va, haré el esfuerzo de releerlo, he encontrado mi ejemplar, de 1984, al fondo de mi biblioteca, junto a las letras de las canciones de Water Bearer, de Sally Oldfield).

Pues bien, por todos esos pecados he sido masacrado a manos de una tropa de furiosos tolkineanos de Barad-dûr. que han calilicado el articulo de "bochornoso" y a su autor (menda) de imbécil, pseudoperiodista, infame, cenutrio, ignorante, giliprogre, retrasado, lerdo, notable deficiente mental que busca un minuto de gloria, niñato (cuando tengo casi la edad de Elrond), mugroso, y sub-especie de erudito de Tolkien.

Un momento de El señor de los anillos, dirigida por Peter Jackson, basada en la novela de J. R. R. Tolkien. 

Imagino que la voluntad de los que se han explayado así no era entablar un debate sereno, pero para los que se hayan molestado con buena intención déjenme tratar de justificar lo de misógino.

Aunque Tolkien tiene algunos notables personajes femeninos, concretamente en El Señor de los Anillos las dos elfas Galadriel y Arwen, y la humana Éowin, que se carga al Señor de los Nazgûl disfrazada de guerrero rohinim y luego vuelve a sus labores, en realidad la gran novela del escritor es una historia de seres masculinos. Lo son la inmensa mayoría de los personajes y sobre todo los nueve miembros de la compañía del Anillo, protagonistas principales de la trama. Entre los malos lo único femenino es la araña Ella-Laraña. En El hobbit, por cierto, no sale ninguna mujer.

EI propio Tolkien (1892-1973) se movía en un mundo de hombres (lo cuenta su biógrafo Humphrey Carter, J. R. R. Tolkien, Una biografía, Minotauro, 1990). Para él -hijo de su época-, lo natural era que el universo masculino y el femenino estuvieran separados, ellas en el ámbito doméstico. Su grupo literario, los Inklings, eran todos varones: las mujeres estaban excluidas. Tolkien había vivido además la experiencia del frente en la Primera Guerra Mundial, en el Somme, caracterizada por la camaradería masculina (uno de los leitmotiv de El Señor de los Anillos). Es cierto que una de las historias más recordadas del escritor es la del mortal Beren y su amor por la bella elfa immortal Luthien, pero eso apunta a una idea romántica e idealizada de la mujer y del amor que no está reñida con una discriminación en la práctica. En sus cartas, Tolkien señala que no cree en la amistad entre hombres y mujeres. Tampoco en la democracia. Se le ha afeado, por otro lado, su forma de despreciar la vida de los orcos, exterminados con una profusión genocida. Dicho todo esto, que no tiene por qué afectar a la lectura de algo tan magnifico como El Señor de los Anillos, hay que recordar que Tolkien es un tipo que deslumbró a Auden y que nos ha llevado a alturas excelsas de emoción y sentimiento.

Me han reprochado los troles de Mordor no haber leído a Tolkien. No me importa que me llamen gilipollas, pero sí que traten de arrebatarme la inmensa aventura lectora, vital y hasta espiritual que comenzó el 27 de enero de 1979, sábado, al abrir la primera página del primer tomo de El Señor de las Anillos. Esos días leía a Bukowski, hacíamos un taller en el Institut del Teatre con Lluís Pasqual sobre En la zona de O'Neill, vi Fat City y Solaris, jugué a rugby contra el Cornellá (perdiendo), conocí personalmente a Lindsay Kemp y quedé varias veces con Ada en el Friends. Pero lo que ha permanecido imborrable en mi memoria de aquel tiempo es la sensación de sentarme en el sofá chester de mi abuelo, poner en el tocadiscos la Quinta de Mahler, abrir El Señor de los Anillos y sumergirme en ese arrebatador mundo de épica melancolía y de esplendorosa oscuridad, donde la aventura y hasta la Victoria sobre el Mal se tiñen del sino irremediable de que todo, el heroismo, las espadas, los anillos, los elfos, la amistad, el amor y la juventud, esté inexorablemente condenado a desaparecer. "¿Dónde están el yelmo y la coraza, y los luminosos cabellos flotantes? /Han pasado como una lluvia en la montaña, como un viento en el prado, /los días han descendido en el oeste en la sombre de detrás de las colinas", Ah, Tolkien, Tolkien...


                 


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