sábado, 29 de agosto de 2015

Al principio...

Al principio... pero claro que nunca vemos el principio. Llegamos a la mitad, cuando ya se han apagado las luces, e intentamos enterarnos de lo que ha pasado hasta entonces. Preguntamos a los vecinos: "¿Quien es él?¿quien es ella?¿ya se conocían de antes?"

Nos las arreglamos

En este caso, imaginemos que nuestro vecino sea alto, vestido con ropas viejas, como de monje, la cara oculta en la sombra de su capucha. Huele a tiempo y a polvo, sin ser desagradable,  y sostiene un libro en la mano. Cuando abre el libro (encuadernado en piel, sin duda, y cada palabra trazada meticulosamente a mano) oímos el clink del metal, y nos damos cuenta de que lleva el libro encadenado a la muñeca.

Da igual. Vemos gente aún más extraña en sueños; y las ficciones son solo sueños congelados, imágenes unidas con una estructura ilusoria. No hay que confias en ellas, no más que en la gente que las crea.

¿Soñamos?

Posiblemente.

Pero el hombre de los hábitos habla. Su voz es como el roce de viejos pergaminos de una biblioteca, entrada la noche, cuando la gente se ha ido a casa y los libros empiezan a leerse a si mismos. Nos esforzamos en escuchar: lo que ha pasado hasta entonces...

Neil Gaiman

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