sábado, 22 de noviembre de 2025

Una vieja apuesta al periodismo novelesco

John Gregory Dunne, escritor y guionista, esposo de Joan Didion, construyó en los setenta un relato sobre su crisis personal y Las Vegas

Por Andrea Aguilar

La crisis existencial al periodista, escritor y guionista John Gregory Dunne (1932, Connecticut-2003, Nueva York) le llegó a los 35 años. "Sin razón alguna, me había entrado terror a morir", escribe en las primeras páginas sobre la rocambolesca aventura que emprendió cuando trataba de librarse de aquel pegajoso malestar. Su muerte tardaría unas cuantas décadas en llegar y sería un fenómeno literario gracias a la pluma de su esposa, Joan Didion, con El año del pensamiento mágico. Ahora, el rescate de Vegas, Cronica de una mala racha, publicado originalmente en EE UU en 1974, resucita la voz de ese fantasma, muestra otra cara, el desencanto vital que Dunne siente y el vacío que resuena como un eco en las personas con las que se cruza.

Con una prosa esmeradamente seca se suceden las escenas y los personajes perdidos en el remolino del desierto de Nevada. "Me decía que era a través de las penurias ajenas como podría entenderme a mí mismo", escribe. El Nuevo Periodismo, que llevó las herramientas de la ficción al género periodístico con talento y alevosía a mediados del siglo XX en Estados Unidos de la mano de Gay Talese, Tom Wolfe, Hunter S. Thompson y la propia Didion, entre otros, toma aquí un ángulo más novelesco. Nada de viajes lisérgicos como en Miedo y asco en Las Vegas, el libro de Dunne tiene un sabor más amargo y menos gamberro.

El autor advierte que se trata de una "obra de ficción de un periodo al mismo tiempo real e imaginado" y que, aunque se cruzó con detectives privados, prostitutas y comediantes de segunda fila, esas personas no se ajustan exactamente a los personajes que desfilan por las páginas de esta suerte de diario de un reportero desencantado.

Así que Dunne trata de frenar su caída libre fijando la mirada en ese extraño mundo de Las Vegas, sin una dirección clara. Eso es parte del encanto y también parte del problema de su relato: crudo, sin esquivar lo escatológico, masculino sin disimulo, rebosante de brillantes descripciones que evocan toda una atmósfera de submundo, las escenas se suceden sin un hilo argumental definido, porque la vida no lo tiene y Dunne opta por no imponerlo, o simplemente decide jugar con ese caos existencial. El orden deslavazado refleja el sinsentido interno del narrador y del mundo que le rodea, es parte del experimento, del que no sale del todo exitosos, quizá porque el éxito no tiene cabida en los personajes que habitan estas páginas. Dunne vive unos meses en lo que él describe como una "antesala del purgatorio" plagada de "desposeídos emocionales".

El libro tiene algo de guión de película rodado en un largo plano secuencia por el que desfilan ese detective que encuentra maridos que emprenden fugas, o a un cómico que interpreta cada noche el mismo show en una sala medio vacía en la que una prostituta con diente de oro recibe más atención que sus esforzadas bromas. Esa poesía del fracaso, de la ciudad del vicio y sus almas perdidas, forzadas todas ellas a interpretar su papel gastado, nunca deslumbrante, tiene un sabor algo caduco. Es deudora de un tiempo pasado, aunque mantiene su brillo.

La edición de esta crónica, más allá de su valor narrativo propio, añade nuevas piezas al puzzle de los didionmaniacos. Se intercala en la historia de Las Vegas, de forma sincopada y elíptica, la crisis matrimonial de Dunna y Didion, sus llamadas y peleas -"las batallas las ganaba yo, pero la guerra la parecía estar ganando ella"-. Y al fin, quizá algo de los que Dunne escribe sobre Jackie Kasey, el humorista telonero de Las Vegas con quien pasa gran parte de ese verano asfixiante, pueda aplicarse a su propia historia como escritor y pareja de Joan Didion: "Es el escudero de la estrella, gracioso pero no demasiado: al cabeza de cartel nunca hay que hacerle sombra".



Vegas, Crónica de una mala racha

John Gregory Dunne

Traducción de Javier Calvo

Gatopardo, 2025. 312 páginas. 22,95 euros


Babelia Núm. 1.774 Sabado 22 de noviembre de 2025

martes, 11 de noviembre de 2025

El oficio y el espejo

Renacimiento rescata en una edición poco acertada la obra peridística que Francisco Umbral publicó en la extinta revista profesional Juno entre 1971 y 2006

Por Anna Caballé

Francisco Umbral proyectó escribir un ensayo que iba a titular El oficio y el espejo, aunque no llegó a escribirlo, según él mismo confiesa en uno de sus centenares de artículos publicados en la revista Jano, Medicina y Humanidades -desaparecida en 2011- y ahora recuperados por Renacimiento en dos extraños volúmenes de los que enseguida me ocuparé. El título proyectado no podía ser más acertado pues ambos conceptos, ensamblados en una sola escritura ("la longaniza de mi prosa", leemos), ilustran maravillosamente la poética periodística de Umbral, mucho más que el consabido "la rosa y el látigo" al que se ha recurrido tantas veces, aunque sí es cierto que resulta menos pegadizo. Porque ambas cosas -oficio y espejo- se derrochan en la antología de artículos seleccionados, que no son todos, pues al utilizar Umbral la columna o artículo como base de obra literaria, muchos de ellos ya fueron publicados en otros formatos y se ha evitado la repetición.

En Mis paraísos artificiales, por poner un ejemplo, Umbral volcó íntegramente un periodo de los artículos escritos para Jano y quién sabe si fueron aprovechados también en otros libros. Aplicar la genética textual a la obra umbraliana, con el debido rigor, es un trabajo hercúleo que tal vez un día se lleve a cabo. Mientras tanto, la recopilación de artículos publicados en revistas poco leídas o desaparecidas (Jano se distribuía por suscripción y solía encontrarse en todas las salas de espera de médicos y dentistas) ayuda a un mejor conocimiento del embrollado mapa umbraliano, con relación tanto al trasvase de la prosa de un molde a otro como a la explicación de muchos de sus libros: ¿era el íncipit de un libro el que le llevaba a buscar artículos escritos que pudieran ayudarle a desarrollarlo o bien eran los artículos los que justificaban la publicación de un nuevo libro? Diría que la respuesta funciona afirmativamente en ambos sentidos. (Un ejemplo del primer caso sería Diario político y sentimental).

Los dos volúmenes, que deberían ser uno, y de ser dos, no tener distintos títulos, porque confunden al lector haciéndole creer que son dos cosas diferentes cuando es la misma en dos partes, reúnen un total de 234 artículos y fueron publicados entre 1971 y 2006, es decir, que abrazan prácticamente toda su trayectoria productiva (el escritor falleció en agosto del año siguiente), con la excepción de los artículos publicados en el Diario de León o los primeros en El Norte de Castilla, de interés puramente arqueológico: constituyen la prehistoria literaria del escritor.

En la recopilación encontramos la mayor parte de la temática habitual de Umbral, con la salvedad de la contención expresiva que el contenido serio de la revista obligaba al escritor, de modo que la política, el cotilleo madrileño o el lenguaje más cheli y procaz quedan fuera de ellos, mostrándose, por el contrario, el Umbral más reflexivo. Pero su estilo es inconfundible y sin duda marcó un hito en el columnismo literario, al aportarle en los años setenta y ochenta franqueza expresiva, originalidad, socialité y un lirismo que a veces elevaba el artículo a la más noble poesía.

En todo caso, lo más característico del columnismo de Umbral, también en Jano, sin duda es el espejo, es decir, la forma en que su escritura -no importa el formato en que se vuelque- es el espejo donde se construye, proyecta y refleja su precaria identidad íntima como creo haber expuesto en mi biografía, silenciada sistemáticamente por la Fundación Umbral (aunque sin poder evitar tomar de El frío de una vida todos los datos de la vida e interpretaciones de la obra que le han convenido).

Con los años, el espejo se acercaría tanto al rostro del escritor que quedó abrasado de tantos reflejos, aunque él apenas se diera cuenta del riesgo contraído. Ello explica, en mi opinión, que leer ahora a Umbral nos enfrente a atrevimientos que ya no hablan a nuestra conciencia como lo hacían 30 o 40 años atrás.

Por último, quiero señalar que es una lástima que en la recopilación se haya optado por la organización temática y no cronológica, la única que tendría sentido por dos razones: porque la temática es siempre autorreferencial y por tanto segmentarla es querer ponerle puertas al campo, y porque de haber seguido el criterio cronológico se hubiera proporcionado al lector la posibilidad de apreciar si hay evolución o no de su estilo y de su mirada sobre el mundo. En fin, no hay más que leer su artículo sobre un billete de metro para comprender qué es el talento.



Yo, Umbral. Artículos publicados en la revista Jano

Francisco Umbral

Edición de Bénédicte de Buron-Brun

Renacimiento, 2025

346 páginas. 18,91 euros



El corazón y la luna. Artículos publicados en la revista Jano

Francisco Umbral

Edición de Álex Prada

Renacimiento, 2025

312 páginas. 18,91 euros


Babelia Núm. 1.772 Sábado 8 de noviembre de 2025


viernes, 7 de noviembre de 2025

David Uclés, del anonimato a fenómeno literario en tiempo récord

El autor del libro superventas ‘La península de las casas vacías’ charla sobre las ansiedades, las amenazas fascistas y las satisfacciones que trae el éxito

El escritor David Uclés en el Café del Nuncio, en Madrid. Jaime Villanueva


Sergio C. Fanjul

Madrid - 18 OCT 2025 

Un lector le envió a David Uclés una bomba de la Guerra Civil (sin explosivo, solo a modo de obsequio). Otra lectora, que tiene una óptica, le regaló unas gafas graduadas. Y otra —al loro— le hizo entrega de las llaves de un piso vacío en Villajoyosa (Alicante), para que lo disfrute cuando quiera: “Fui una vez, pero solo duré un día: no soy un animal de playa”, cuenta el escritor.

Son cosas que pasan cuando das un pelotazo literario y generas fandom: la novela La península de las casas vacías (Siruela), que mezcla relato histórico y realismo mágico en torno a la Guerra Civil española, ya ha vendido más de 200.000 ejemplares y su trayectoria comienza a asemejarse a otro inopinado superventas-supermasivo del mismo sello: El infinito en un junco, de Irene Vallejo. En Siruela están en racha.

El día 2 de abril de 2024 este periódico publicó una entrevista con un tal David Uclés, un joven autor desconocido que lanzaba una prometedora novela de 700 páginas sobre un tema no muy común en su franja de edad. Vivía con ilusión e incertidumbre: su máxima ambición, su concepto del éxito, era tener una buena reseña en Babelia y conseguir llegar a la segunda edición. Ahora el David Uclés que aparece por el madrileño Café del Nuncio (un sitio de aires bohemios que le pega al estilo retro del escritor) es el mismo —su gorra, su barba, su camisa de cuadros—, pero también es otro: en el último año y medio ha pasado de cero a cien convirtiéndose en una figura ubicua en el panorama literario tras 22 ediciones. Se le nota el cansancio en el rostro, sobre todo en los ojos: “Sí, estoy muy cansado”, dice, “pero también muy contento y muy feliz. Y, sobre todo, muy agradecido”.


El escritor David Uclés en la calle del Nuncio. Jaime Villanueva


El éxito es, pues, agridulce. Uclés está conociendo sus mieles, pero también su hiel, que le ha llevado a la consulta del psiquiatra. “Cuando iba a un sitio lleno de gente que requería mi atención o que ponía el foco en mí, me mareaba… Me apagaba, me apagaba, me apagaba… Tenía que ir al baño a mojarme la cara y recomponerme. Era muy desagradable”, cuenta. Esos desvanecimientos le ocurrieron en una librería de Mérida, por ejemplo, o en el pregón de la feria del libro de Jaén. El estrés le impedía dormir, perdió unos 12 kilos. Ahora está en tratamiento con antidepresivos, y algún ansiolítico puntual antes de los actos especialmente populosos. “Nunca he bebido, ni fumado, ni tomado drogas… Así que, bueno, supongo que por un tratamiento psiquiátrico no pasa nada”, dice. “Y me va bien”. Todo eso se une a las arritmias que sufre: se opera del corazón dentro de unas semanas: “Así que prefiero vivirlo todo en el momento”.

Para la elaboración de su libro, en el que trabajó durante 15 años, encadenando rechazo tras rechazo editorial, Uclés recorrió 20.000 kilómetros por España para conocer la geografía de la Guerra Civil. Ahora estima llevar 50.000 en promoción, con eventos casi cada día, y más de 300 presentaciones del libro. ¿No se aburre de repetir lo mismo? “No, porque en cada lugar que visito hablo de la parte de la novela que trata la guerra en ese lugar”, explica. Por ejemplo, en una visita a Asturias, en la librería Toma 3 de Gijón, leyó los fragmentos correspondientes traducidos a la lengua asturiana. Son algo así como actos personalizados, o localizados. “Me gusta cuando la gente me dice que ha aprendido cosas de una época que no le habían enseñado o que ahora entienden mejor los motivos de sus abuelos”, explica.

Para comprender mejor aquella época, Uclés comienza en noviembre un podcast en la Cadena Ser, Las cuatro heridas, con motivo del 50º aniversario de la muerte de Franco, en el que pregunta a más de 50 invitados cómo nos afecta la inercia de la Segunda República, la contienda civil, el franquismo, en un mundo donde vuelven las tentaciones totalitarias y la extrema derecha crece entre los jóvenes varones. El primer capítulo sucede en el espacio exterior; el segundo, en el Salón de los Espejos de Baeza, donde se encontraron Lorca y Machado; el tercero, en Gernika. “Es muy poliédrico”, cuenta.

Su compromiso con la memoria histórica también le ha traído algunos problemas, como amenazas fascistas en redes sociales. Le dicen cosas como “si te veo por la calle ya verás” o “esta nueva España que se levanta hoy te va a apagar la voz”. “Lo que más me molesta es que se refieren a mi homosexualidad, mi aspecto físico o mis orígenes. Critica mi obra si quieres, pero no me llames maricón”.

Entre amenazas, tratamientos y enormes satisfacciones, la rueda no para. Solo en los próximos treinta días Uclés visitará Albacete (hacia donde sale tras la entrevista), Barcelona, Cáceres, Sevilla, Toledo, Marbella, A Coruña, La Rinconada, Almendralejo y Avilés, sin contar cuatro actos en Madrid. “Cuando empecé con la promoción era tan ingenuo que no sabía que por los actos se cobraba… Yo, que daba clases particulares por 15 euros la hora y que nunca había tenido más de 500 euros en el banco…”, dice.

En su peripecia ha sido nombrado hijo predilecto de Úbeda, ha sido pregonero en Quesada, su pueblo (trasunto de Jándula en la novela), ataviado al modo de Bienvenido, Mr. Marshall!, ha sido entrevistado en el programa de Buenafuente, ha sido destacado en un vídeo del presidente Pedro Sánchez (junto a Pedro Duque), o ha podido conocer a algunos de sus ídolos literarios, como el asturiano Fulgencio Argüelles o Salman Rushdie. Rechazó dar el pregón de Gandía: nunca había estado allí. Y ha recibido la bendición de grandes nombres de la cultura española: Ian Gibson, Joaquín Sabina, Iñaki Gabilondo o Juan Cruz. Puede que a esas generaciones, Uclés, siendo como es, les recuerde a su propia juventud.


Apoyo de Sabina

El éxito no fue instantáneo. El libro salió en primavera, pero no fue hasta la cercanía de la pasada Navidad cuando empezó a poder llamarse un fenómeno. Uclés lo achaca al apoyo de Sabina por aquellas fechas, o a que Gabilondo lo recomendó en un especial de Babelia. En ese momento la cosa se empezó a calentar y se agotaron los ejemplares para las fechas navideñas. Dejaron de ganar ahí un bien dinero, pero este año eso no va a pasar, ya están las imprentas en marcha: cuando la fama de un libro alcanza esta envergadura (como pasa con el premio Planeta) es común que se convierta en un típico objeto de regalo, la elección más obvia para los que no están muy puestos en el panorama libresco.

Hay autores que tienen una evolución progresiva, que van creciendo, que consiguen cierto estatus poco a poco. Y otros tienen un libro estrella que les aúpa de golpe y les hace subir un escalón: es el caso de Irene Vallejo, Sergio del Molino o el propio David Uclés. Esa obra tocada por los dioses les proporciona colaboraciones en medios prestigiosos, conferencias, eventos, invitaciones a festivales lejanos. Y parece que no hay marcha atrás. “Yo sigo convencido de que esto es una burbuja, de que en un año la gente se habrá olvidado de mí, hay muchos estímulos, estarán a otra cosa”, dice el escritor.

Planea seguir en esta vorágine hasta 2027, luego cortar por lo sano, irse a Praga a vivir dos años, ponerse a escribir. “Esa es la vida que me gusta en realidad, ir a un país donde no conozco a nadie, ni el idioma, y empezar de cero”, dice. ¿Y después de La península? “Hay escritores que son recordados por su nombre, otros por su obra: a mí no me importaría ser recordado por este libro, aunque publique otros después”, dice. De hecho, tiene varios proyectos a punto de acabar, que se gestaron mientras esperaba a publicar su superventas.

Una cosa buena es que Uclés, además de persona, tiene personaje, y eso, aunque sea natural, aunque no lo fuerce, o precisamente por eso, colabora a su fenómeno. “Lo más extraño de mí, lo más outsider, tal vez sea que no había cotizado en mi vida”, dice. Antes de La península de las casas vacías se ganaba la vida tocando el acordeón y cantando chanson francesa, le viene de cuando pasó casi tres años en París, por Montmartre, cantando en los bares por Charles Aznavour, Jacques Brel o Edith Piaf. La bohemia. Pero ahora… lo sigue haciendo. La diferencia es que tiene dinero y ya no pone la gorra: hay muchos otros artistas que necesitan ese apoyo. A veces la gente se da cuenta de que el músico callejero también es el novelista famoso. “Es una sensación muy bonita, cuando alguien te sonríe de manera especial mientras cantas, y notas esa complicidad, porque ha leído tu novela”. Eso también es el éxito.


El Pais Sábado 18 de octubre de 2025

sábado, 1 de noviembre de 2025

En la trastienda del negocio de los libros

Por Domingo Ródenas de Moya

Este libro es una razón de amor por la lectura, la literatura y los libros. También por los oficios de la edición, que Enrique Murillo ha ejercido, con pluralidad de tareas y posiciones jerárquicas, a lo largo de medio siglo, desde el annus mirabilis de 1969 en que nacieron Anagrama y Tusquets y él empezó a redactar informes para Carlos Barral hasta nuestro presente de conglomerados editoriales y pequeños y frágiles sellos independientes, como Los Libros del Lince que él mismo creó. Con una mezcolanza de memoir profesional y autobiografía que no excluye la dimensión personal (la crónica del Londres de comienzo de los setenta es estupenda), Murillo se presenta como un intruso en el negocio editorial, como un "personaje secundario" que ha deambulado por la sala de máquinas de distintas empresas observándolo todo, a la vez que ha contribuido a engrasar la maquinaria con su criterio literario, sus intuiciones mercantiles y su habilidad para desatascar negociaciones obturadas. El periplo de Murillo es de lo más variado e incluye una etapa fundamental en Anagrama, donde impulsó la "nueva narrativa española" de los ochenta -marbete que él asegura haber acuñado-, la dirección de Plaza & Janés entre 1992 y 1996, donde se bregó con los superventas, o un lustro en el tinglado del Grupo Planeta, donde tuvo que salir a la caza de un ganador para el premio. La sucesión de amos, andanzas y desventuras recuerdan los de la novela picaresca, aunque a menudo el narrador se pone serio para denunciar las prácticas irregulares y abusos de los que ha sido testigo y víctima.

Tanto el relato de hechos (un sinfín de anécdotas de lo más suculentas) como las denuncias de prácticas fulleras y de explotación laboral están hechos -casi es ocioso decirlo- desde su perspectiva, con la indisimulada subjetividad del testigo que cuenta lo que vio sin poder desentenderse de los prejuicios que sufrió en carne propia. Recordar que los traductores están mal pagados y poco reconocidos en general, que los informadores editoriales y los correctores cobran una miseria o revelar que alguna empresa llevó una doble contabilidad de ventas para manipular a la baja las liquidaciones es valiente, pero por fortuna no se agota en esa valentía ni el interés no el mérito del libro. De hecho, esa parte, que justifica el subtítulo La oscura trastienda de la edición, ni se sobrepone ni sofoca la pintura entusiasta del oficio del editor, del mismo modo que los desacuerdos del autor con el fundador de Anagrama no le impiden reconocer que Jorge Herralde ha sido uno de los grandes editores del siglo pasado.

Estas memorias recorren a la vez, sin afán de exhaustividad, más de medio siglo de literatura en español desde la muy idiosincrásica visión del autor, que con toda legitimidad expresa sus predilecciones (Marías, Coetzee, Sebald, McCarthy, fácilmente compartibles) y rechazos (García Máquez o Vázquez Montalbán, nada compartible, al menos para mí). Se aprende mucho con la relación episódica de lo que se cuece antes de que un libro se publique y se nota la mano de quien ha pasado los últimos 20 años enseñando en un máster en edición. Como se notan su pulso de escritor y traductor (de James, Nabokov, Barnes, Amis...) y el aliento infatigable de quien ha dedicado su vida a transportar el talento ajeno hasta sus verdaderos beneficiarios, los lectores.



Personajes secundario

Enrique Murillo

Trama, 2025

538 páginas. 29 euros


Babelia Núm. 1.766. Sábado 27 de septiembre de 2025





sábado, 27 de septiembre de 2025

Sherlock se muda: de Baker Street a La Pléiade en París.

Basil Rathbone, en un retrato promocional de Las aventuras de Sherlock Holmes, de Alfred L. Werker, 1939 silver screen collection (getty)

La inclusión de los libros del detective creado por Conan Doyle en el sanctasantórum de la literatura clásica acreciente su figura

Por Berna González Harbour

Al principio fue la rueda, com al principio fue Sherlock Holmes. El detective creado por Arthur Conan Doyle cambió el curso de la literatura y dejó una herencia que sigue y sigue hasta nuestros días, con novelistas del género policial replicando el modelo en infinitas variaciones que lo reinventan y actualizan. Pero la rueda es la rueda, sea en carro, bici, coche, fórmula 1 o camión. Y la rueda es ese mito llamado Sherlock Holmes.

La prestigiosa editorial francesa Gallimard ha incorporado al brillante detective inglés a La Pléiade, la exclusiva selección convertida en sanctasantórum, en canon de la literatura universal. Si Conan Doyle levantara la cabeza, es probable que volviera a postrarla para siempre, disgustado, resentido porque no se le reconociera por sus otras obras y harto de que ese Sherlock al que llegó a matar y tuvo que resucitar ante el clamor popular suba al olimpo con más empuje que él.

Pero tendrá que aguantarse en la tumba, porque el honor de pertenecer a esa colección es tan grande que Borges lo consideró más importante que el Nobel. Vargas Llosa calificó el día en que le comunicaron su entrada como "el más feliz" de su vida. Y Malraux lo definió como "una biblioteca de la admiración". Enfadado o no, el autor tendrá que soportarlo.

El ritual de los Musgrave, ilustración de Sidney E. Paget revista The Strand, 1893

Porque Conan Doyle (1859-1930) convivirá ahí sin saberlo con más de 250 grandes como los citados Borges y Vargas Llosa, Milan Kundera, García Lorca, Shakespeare, Dante, Dickens, Kafka o Cervantes, y además tendrá en su haber ser el primer autor de género policial que alcanza el firmamento después del incuestionable (belga, aunque escribía en francés) George Simenon. Las cuatro novelas, 56 relatos y cuatro textos considerados extracanónicos que el autor escocés escribió sobre Holmes integran ya los volúmenes 678 y 679 de La Pléiade, trabajados bajo la dirección del especialista Alain Morvan por cinco traductores y colaboradores que lo han preparado durante años hasta lograr por primera vez -relata este profesor emérito de la Sorbona- una edición enriquecida con: cronología detallada, prólogo extenso, notas, introducciones para cada novela y aclaraciones sobre lugares, personajes y acontecimientos históricos, además de una bibliografía.

"Su valor literario va mucho más allá del placer real de presenciar cómo se descifra un enigma con detalles", confiesa hoy Morvan, gran conocedor de la literatura británica. "Sus historias poseen un profundo valor metafísico porque retratan la soledad del hombre, incluso de un hombre superior, como es el caso de Holmes, enfrentado a las fuerzas hostiles de un universo y una naturaleza indiferentes. A menudo se tiene la impresión de que Sherlock contempla un abismo de oscuridad con profundidades insondables". Y todo ello, sumado a la "poética heredada de la novela gótica, que prioriza la noche, la niebla (altamente simbólica de los misterios que nos rodean), la vertiginosa verticalidad, la huida, la persecución, las patologías, la monstruosidad y el miedo convierten a Sherlock Holmes no solo en un personaje, sino en un verdadero mito".

Jude Law y Robert Downey Jr., en Sherlock Holmes, de Guy Ritchie, 2009. Universal images group (Getty images)/ Moviestore collection ltd (Alamy/ Cordon Press)

Holmes, el mito, se acaba de mudar así del 221B de Baker Street a La Pléiade de París en una proyección que alarga aún más su figura extravagante, aguda y entusiasta del conocimiento y que se prolonga hasta nuestros días en tanto aspectos que, entre todos, nos permiten trazar un gran mapa de su legado. Estos son sus hitos:

-El territorio

Crear un paisaje narrativo reconocible para los lectores y la cultura popular es marca de la gran literatura. Jesús Lens, director del festival Granada Noir, ha explorado y recorrido junto a Ricardo Bosque los escenarios del crimen (literario) en El lugar de los hechos (Cazador), un libro que arranca, como no podía ser de otra manera, en el corazón de Baker Street. Conan Doyle eligió el Londres victoriano de la niebla y las truculencias, en plena era de Jack el Destripador, para albergar a un detective en una dirección tan inexistente en la realidad pero tan sólida en la ficción que se hizo carne. "Partió del Londres real, lo adaptó a sus necesidades y consiguió algo tan curioso como que la dirección del 221B de. Baker Street que se inventó sea hoy un lugar físico que se convirtió  a su vez en realidad y así logró el juego mágico de la literatura". Se refiere, es elemental, al Museo de Sherlock Holmes un escenario mental que se ha hecho físico y que atrae cada día a decenas de turistas de todo el mundo.

-El enigma

Pero la clave de todas las historias de Sherlock Holmes empieza por el enigma, el misterio en torno a un crimen que el detective se apresura a resolver. Sherlock no fue el primero, un podio al que llegó antes el Auguste Dupin de Edgar Allan Poe, pero sí el que penetró en la cultura popular con mayor hondura y al que todos imitaron. Hay un momento, cuando el doctor Watson apenas está conociendo a su nuevo y excéntrico compañero de piso y comprendiendo el alcance de sus pesquisas, en la que le compara con Dupin. Holmes no lo acepta. Ocurre en Estudio en escarlata, la primera de las novelas:

-Me recuerda usted al Dupin de Allan Poe -dice Watson, con admiración-. Nunca imaginé que tales individuos pudieran existir en realidad.

-Sin duda cree usted halagarme estableciendo un paralelo con Dupin. Ahora bien, en mi opinión, Dupin era un tipo de poca monta.

Y es que Sherlock Holmes, nos dice el propio Sherlock Holmes, está por encima de cualquiera. Su método será único, excesivo, inteligente y tan extraordinario que a veces no podremos seguirle, pero siempre suficiente para resolver los casos. Él consagra le siguiente punto que ha quedado apuntalado para la eternidad.

-El método deductivo

La inteligencia de Sherlock, su ingenio, la ciencia y su conocimiento profundo del ser común (del que, sin embargo, se mantenían bien distante) eran las herramientas de este superhéroe de la deducción, la agudeza y la capacidad de jugar a enredar y acertar en los giros de guión. "Holmes instauró un modelo de investigador que no tardó en convertirse en hegemónico", asegura Miguel Barrero, director de la Semana Negra de Gijón y autor de títulos como El guitarrista de Montreal. "Su influencia trasciende el tiempo de sus obras justamente porque lo que fue una transgresión literaria en su día terminó convertido en un arquetipo imposible de obviar. Su impronta planea en cualquier narración de intriga desde el siglo XIX en adelante, desde Poirot hasta Batman".

Desde Sherlock, sí, todo investigador se inviste de ciertos superpoderes que pueden beber más en la inteligencia, cómo él, o en la fuerza bruta y en la acción, como muchos que han seguido, pero nunca hay que olvidar que la fórmula de su éxito radica en el hambre de ciencia que se imponía en aquel momento histórico -finales del siglo XIX- en Inglaterra, en nuestra Europa, frente a la oscuridad. Hay más ingredientes:

-La pareja

El binomio Holmes-Watson funciona en todas sus estridencias hasta lograr lo que Carlos Zanón, comisario de Barcelona Negra y autor de Taxi, considera "una actualización del Quijote y Sancho". Juan Carlos Galindo, editor del blog Elemental y autor de Muerte privada, cree que "todos los autores del género somos deudores de esa pareja quijotesca que forman Holmes y Watson y de la relación que establecen".

Más allá de quién ha seguido sus pasos, la pregunta correcta es quién no los ha seguido en mayor o menor medida, asegura Covadonga Cué Río, que ha adoptado el nombre de Mrs. Hudson en el Círculo Holmes que la une a otros frikis del detective. "Raymond Chandler, Camilla Läckberg o Carmen Mola no tienen mucho que ver, como tampoco su casi contemporánea Agatha Christie, pero todos le deben algo", asegura Hudson/Cué. Y es ahí donde entramos en su gran legado.

-La herencia

La herencia de Sherlock, consciente o no, es infinita y ha llenado la literatura de detectives que pueden variar mucho en carácter, en la droga que consumen o en manías y objetos fetiches, pero parecerse bastante en eficacia. Las secuelas y homenajes son en muchas ocasiones explícitas, como en El problema final (Alfaguara), último libro de Arturo Pérez-Reverte, o el recién llegado La lista de los siete (Impedimenta), de Mark Frost, creador de Twin Peaks. Por no hablar de decenas de adaptaciones, como las más recientes: la serie Sherlock, la preferida de todos los entrevistados, protagonizada por Benedict Cumberbatch y Martin Freeman, o la película Sherlock Holmes, de Guy Ritchie, encarnada por Robert Downey Jr. y Jude Law.

"La influencia de Holmes es mucha y es notoria porque logra hacer del excéntrico el héroe sin más poder que su inteligencia. La superioridad de esta inteligencia por encima de la acción y la idea filosófica de que un día todos los conflictos se solventarían entendiendo la mente humana y sus razonamientos es su legado", resume Zanón. Es por todo ello por lo que, en la eterna discusión sobre la dimensión literaria del género negro o policial, la decisión de Gallimard inclina la balanza y, por esta vez, ganan los buenos. Lo vemos:

-La dimensión literaria

José Manuel Fajardo, autor, traductor y gran conocedor de Holmes, no se sorprende de que entre en La Pléiade porque "la gran literatura es la que nos deja un gran personaje memorable". "Y ahí tenemos a ese arquetipo de detective moderno: no solo es el héroe solitario que resuelve casos, sino el analista de la realidad social. Él aplica la razón y la deducción para ello, sí, pero también ese conocimiento de la realidad mientras parece permanecer inmutable ante el crimen", asegura. "Además, Sherlock es contradictorio y ahí está su riqueza: misógino, racionalista, analítico, apasionado, apasionado de la ciencia, y al mismo tiempo melómano y cocainómano. Dejar ver una naturaleza mucho más sensible de lo que aparenta".

Y esa fachada de inmutabilidad la han imitado muchos, desde el Philip Marlowe de Raymond Chandler al Sam Spade de Hammett. Lo que Fajardo llama "la bandera de la dignidad". "Que La Pléiade lo acoja es bueno y santifica algo que empezó muy fuertemente en los sesenta, y es la reivindicación de los llamados subgéneros, que estuvieron mucho tiempo relegados al pulp fiction, el entretenimiento popular", asegura el autor de Odio.

La literatura popular "puede ser excelsa", asegura Barrero. "Y la distinción entre alta y baja literatura no debe establecerse en función del número de lectores, sino de la calidad de la obra: hay novelas populares que son magníficas y otras supuestamente intelectuales a las que es mejor no arrimarse".

Y es ahí donde entramos en la gran paradoja de un encumbramiento inverso al que ha vivido en general la novela negra o policial. Si bien ha sido considerada en general un subgénero, es esta y no otra la selección de Conan Doyle que ha entrado en La Pléiade, que ha desdeñado el resto de su producción. Y es que Doyle ha sido plenamente vampirizado por Holmes.

-La vampirización del autor

"Limitarnos a Sherlock Holmes y no incluir nada más fue la solución más coherente", defiende el director de la colección, el profesor Alain Morvan. "En contra de lo que pensaba Conan Doyle, las historias del detective son el aspecto más rico y elaborado de su obra y por tanto las más obvias de publicar". Doyle publicó novelas históricas, obras de teatro, poesía, literatura testimonial y numerosos escritos que él defendía por encima de su detective. Pero nadie le dio la razón. Covadonga González-Pola, escritora y editora de Tinta Púrpura, publicó Te odio, Sherlock, una compilación de textos y relatos sin el detective que permiten conocer al Doyle sin Holmes, pero su propio título y su portada con el detective con un tiro en la cabeza remiten al hombre que el autor quiso liquidar. "Esa es la espinita que tenía clavada Conan Doyle, que creía que tenía obras de mucho valor que no eran buscadas porque todo el mundo quería a Holmes", asegura González-Pola.

De autores devorados por su personaje hay muchos ejemplos, pero que lo asesinaran y resucitaran no. Hoy, para rematar la pesadilla de Doyle, es su protagonista y nada más de su pluma lo que entra en el firmamento de París. Y el humo de la pipa holmesiana llegará, sin duda alguna, hasta el cielo en el que habita Arthur Conan Doyle. Que se fastidia. Y que lo disfrute. Porque él inventó la rueda.


El Pais. Babelia núm. 1.759. Sábado 9 de agosto de 2025



viernes, 26 de septiembre de 2025

Los secretos de Enid Blyton

 


La escritora Enid Blyton, en el jardín de su casa en Beaconsfield, en Inglaterra George Konig (Getty)

El faro del fin del mundo / Jacinto Antón

La vida tiene estas cosas, tú vas y presumes con alguien de que te ha caído un rayo en casa y él te cuenta que le ha mordido una víbora, que es más aventura, Manolo Díaz, el especialista en jardines que el otro día trepó con audacia digna de Jack Aubrey los 35 metros de mi abeto Douglas para colocarle unas bridas en la brecha que le abrió una pavorosa centella a mediados de verano, me explicó como si tal cosa la ocasión en que sufrió el ataque de la serpiente. Fue cerca del Gorg Negre de Viladrau y recibió el mordisco en un dedo al apoyar la mano sobre una piedra durante la bajada. Acabó en el hospital de Vic en observación, pero no le pusieron el antídoto aunque él pensaba que iba a morir y lógicamente se quejaba.

Está siendo, dice todo el mundo, un verano de serpientes, quizá como preludio al congreso de herpetología que se celebrará en Barcelona. A los Gallego se les atascó una en la puerta del garaje y Javi Icart disparó con su rifle de aire comprimido contra otra que había sentado sus reales en la caseta del jardín. Pobres serpientes, seres incomprendidos y vilipendiados, aunque no sé qué pensará Manolo.

Santi París, cuyo concepto de la indumentaria veraniega es el que tendría un Eugène Terre´Blanche, bermudas blancas incluidas, no ha visto serpientes; sin embargo hace años le cayó un rayo en un árbol del jardín, que conserva las cicatrices pero prospera y me lo enseñó, tanto como demostración de que hay vida después del latigazo del cielo como para rebajar la excepcionalidad de lo mío. En todo caso, lo que despertó mi más insana envidia fue que me mostrara también su colección de novelas juveniles del capitán Gilson.

Le expliqué a Santi que por mi parte yo andaba metido en Enid Blyton y puso cara de sorpresa Es cierto, las vacaciones en Viladrau me llevan siempre indefectiblemente a la escritora inglesa que dejó una huella indeleble en nuestra aventuras y excursiones infantiles y juveniles con sus series de libros y sus pícnics a base de sándwiches de las cosas más sorprendentes y la indispensable cerveza de jengibre. Nunca fui de Los Cinco ni de Los Siete Secretos, mis novelas eran las de la serie Aventura (8), que me chiflaban. Cuando pienso en Enid Blyton me vienen a la cabeza sobre todo Jorge, Dolly, Lucy, Jack y el loro de este, Kiki, metidos en algún lío, y Titi Estabanell yendo conmigo en bicicleta a pescar cangrejos a la Riera Mayor antes de que se marchara a la India y volviera con inquietudes más de la Bhagavad-Gita que en Aventura en el río

Este verano me ha traído un título de la serie que me faltaba por leer, Aventura en el mar, que he pillado en una edición ilustrada muy bonita (Molino, 1972). Me he reencontrado con el mundo de Enid Blyton y la vieja conmoción que me provocaba. Lo que prevalece es la aventura y la inmersión en la naturaleza, junto a las palabras que al final les dirige el detective Bill: "Conocéis el significado de la lealtad ya y, aun cuando sentís miedo, no os dais por vencidos jamás. Estoy orgulloso de teneros como amigos". Y añade Blyton: "Los niños nada dijeron, aunque experimentaron un calor singular y una emoción profunda. Amistad... lealtad... firmeza ante el peligro... ellos conocían estas cosas y las apreciaban en toda su hermosura y su valor".

La novela me ha reconciliado con Enid Blyton tras leer en paralelo The real Enid Blyton, de Nadia Cohen (Pen & Sword, 2018), una biografía que muestra a la autora como una mujer desagradable, vengativa y arrogante. Cohen explica su lado oscuro, sus complejas relaciones sentimentales, sus dos matrimonios fracasados, sus infidelidades y traiciones, la poca atención a sus dos hijas, sus épocas de desmadre, fiestas escandalosas y borracheras, y hasta recoge la historia de que jugaba a tenis desnuda.

La imagen de una Enid Blyton adúltera, mentirosa y cruel, sorprende En todo caso, me cuesta cambiar mi opinión sobre los libros de la escritora. Me quedo con mis Aventuras y aquella emoción vagamente melancólica, de pies descalzos y cabello al viento, que desprenden y que siempre asocio a los finales de verano. Y me aferro a la idea de que no hace falta ser alguien especialmente íntegro y ejemplar para entender y valorar la amistad, el valor y la lealtad.


El Pais. Sábado 30 de agosto de 2025

domingo, 21 de septiembre de 2025

El "road book" más divertido jamás escrito

La Ruta 191 a través de Red Rock Country, Utah. Marica Van Der Meer (Arterra/ Universal images group / Getty images)

El perro del sur es la segunda e inmensamente disfrutable novela del estadounidense Charles Portis, autor fallecido en 2020 injustamente ignorado

Por Kiko Amat

Mi mujer, Norma, habia huido con Guy Dupree, y yo estaba esperando las facturas de la tarjeta de crédito para localizarlos. Aguardaba mi momento. Corría el mes de octubre. Se habían largado con mi coche, mi tarjeta Texaco y mi American Express". De esta sucinta manera da inicio El perro del sur, de Charles Portis, road book inefable y una de las novelas más jolgoriosas jamás escritas. Por descontado, lo último no es un aliciente para ciertos lectores. El otro día, precisamente hablando de Portis, mi mujer me soltó que no "consideraba" el factor diversión" en una pieza literaria. Era aquella una frase que perfectamente podía haber soltado Tomás de Torquemada ante la pira de un judeoconverso, pero este reseñista se mantuvo firme en sus convicciones. Pues nosotros, los que leemos por placer, juzgamos el "factor diversión", un estímulo considerable en cualquier artefacto narrativo.

Charles Portis (1933-2020), natural de Arkansas, fue un periodista insólito (su mesa en el Herald Tribune carecía de teléfono) que lo dejó todo para dedicarse a la literatura. El autor, a quien Tom Wolfe presentaba como "el hombre más divertido que he conocido en mi vida", es uno más en la lista de escritores del siglo XX extirpados del canon por a) entretenidos b) populares, y c) comprensibles. El autor firmó cinco novelas inapelables, magníficas, y cuenta entre sus fans con Nora Ephron y George Pelecanos (quien le define como "figura mítica"), y a pesar de ello cuesta encontrar menciones a su legado en los rankings oficiales (no ayuda que Portis, de manera honorable, se negara a dar entrevistas o promocionar sus libros).

"Nadie suena como él", dijo Ephron, una afirmación que puede llevar a engaño. Si nadie "suena" como Portis no es porque su estilo sea complejo, sino porque escribía con voces frescas auténticas, en un estilo conversacional, rítmico y sin florituras. Por ejemplo, en Valor de ley (1968), su único superventas (adaptado al cine en dos ocasiones). Portis habla por boca de una anciana que explica lo que hizo a los 14 años (vengarse del hombre que mató a su padre). El tono de Maddy Ross es socarrón e impávido, el de quien explica una anécdota chocante con expresión fúnebre, como si ignorase lo graciosa que resulta. En la misma línea, con Ray Midge, protagonista de El perro del sur, Portis consigue una de las maniobras más complicadas en narrativa: que un sujeto plomizo, alguien que amontona las monedas en la barra "según su valor" y que posee "veinte metros de libros", acabe siendo fascinante, y tronchante, página tras página, a través de su delirante cruzada para recuperar a su mujer, camino de la Honduras Británica.

Uno de los secretos de Portis, supongo, es no reirse de sus personajes, sino con ellos. Sus protagonistas, de quienes Midge es perfecto arquetipo, son apocados, empáticos, bienhablados y puntuales, nada heteropolludos (razón por la cual han envejecido tan bien, al contrario que los adúlteros pederastas de Roth o Updike); siempre se especializan en conocimientos arcanos ( en el presente caso: mecánica del automóvil y "400 volúmenes de historia militar"), pero eso no los convierte en carismáticos ni les otorga puntos de cool. Tal vez por ello, Portis ama a cada uno de sus anodinos freakies y, como decía, les convierte en excitantes. El novelista poseía una mirada microscópica para las pequeñas cosas, los tics y gestos de la gente, así como, en efecto, un oído sobrenatural para el habla ajena. Por esa razón los diálogos -el de cuando Midge se enfrenta a Dupree, por ejemplo- son los más naturales (que no naturalistas) y además descacharrantes, que puedan hallarse en literatura.

Lo dije al principio: El perro del sur es uno de los libros más divertidos, y mejor escritos, del siglo XX y Charles Portis su nuevo escritor favorito; aunque ustedes no lo sepan aún.



El perro del sur

Charles Portis

Traducción de Javier Lucini

Dirty Works, 2025

259 páginas. 25, 95 euros


Babelia núm. 1.765. Sábado 20 de septiembre de 2025