martes, 3 de junio de 2025

Lorenzo Silva o cómo contar un país a ritmo de buen policial

La nueva entrega de la pareja de guardia civiles, Bevilacqua y Chamorro, se enmarca en la pandemia y prueba la vitalidad de una serie que ya es historia


Lorenzo Silva

¿Cómo de maneja un personaje 30 años después de su creación?¿Y dos? Esas son las primeras preguntas que surgen al abrir una nueva entrega de Bevilaqua y Chamorro, los dos guardias civiles son los que Lorenzo Silva ha entrado en la historia de la novela negra española. Están cansados (hace casi 27 años de la publicación de El lejano país de los estanques, tres décadas desde que su autor los creara), se conocen demasiado bien, pero guardan todas las esencias de dos extraordinarios personajes enmarcados en buenos policiales. Y van 14 entregas con esta que nos ocupa, Las fuerzas contrarias.

La trama se sitúa en la explosión de covid en marzo de 2020, una apuesta arriesgada si no fuera por el crimen que sirve de motor para la trama: quién está matando a determinadas personas mayores aprovechando una coyuntura en la que nadie mira en detalle a los muertos. Y, claro, como diría Harry Bosch sobre las víctimas: "Si no importan todas, no importa ninguna". O, en palabras del cabo Arnau imitando a Bevilaqua: "Somos lo único que tienen los que, como ella, ya no tienen nada". "A veces debería ahorrarme esas frases estupendas", reacciona el citado con buena carga de autoconciencia. "No serías tú", le responde Chamorro en un ágil diálogo a tres bandas donde la primera persona que comanda siempre estas novelas se diluye un poco en beneficio de los secundarios.

Son muchos años cabalgando juntos y el lector aficionado se encuentra no solo a los dos protagonistas, sino también al citado Arnau y a la inigualable Inés Salgado o a otros invitados de lujo como el comandante Ferrer y el amigo López, al que vimos en asuntos internos en uno de los momentos más tensos de la serie, un "buena ley", un personaje íntegro muy del estilo de los que salen de la pluma de Silva. Pero esta novela, reconoce el propio autor, es toda entera para Vila y Chamorro, para celebrar su carrera junto a los lectores. La relación entre ambos, siempre tan compleja, alcanza un nivel especial, parecido aunque no tan evidente al de Lejos del corazón, el momento más tenso entre los dos, cuando si terminaron o no por romper con esa tensión sexual no resuelta queda a la imaginación del lector.

El procedimental es, marca de la casa, de los que está medido hasta el último detalle. Maneja Silva tan bien los resortes del género que la otra trama, con Arnau y un asesino de mujeres, un incel de manual, reaparece para ser resuelta en el justo instante en el que el lector instante en el que el lector se preguntaba por ella. Y la realidad, la que todos sufrimos y casi hemos olvidado aquel fatídico marzo de 2020, está retratado con pulso.

Desde el brillante arranque de El lejano país de los estanques, la pertenencia de Vila y Chamorro a la Guardia Civil, en su unidad central de Madrid, le daba al autor la excusa para llevarlos por toda la geografía española. En El alquimista impaciente, la segunda de la serie, Vila ya califica a Chamorro de "indispensable". A esas alturas llevaban un año escaso trabajando juntos. Ella todavía se sonrojaba mucho y ya era un personaje de muchos quilates. Viajan en coches incautados a los criminales, mucho mejores unas veces que otras, sobreviven con sueldos dignos pero muy justos, ascienden, despacio, en el escalafón: Y miran de frente a lo peor del ser humano. "La elección de Vila como investigador de delitos contra las personas no fue voluntaria, pero luego me ha permitido una mirada sobrecogedora sobre el ser humano, porque los crímenes que investiga los puede cometer cualquiera", reconocía el autor a El Pais en 2018, con motivo de la publicación de Lejos del corazón sobre la naturaleza de su trabajo investigador.

Las novelas de Vila y Chamorro han sido un termómetro constante de los temas que preocupaban a la sociedad española. sin diagnóstico o ideología, puro paisaje bien construido, en Las fuerzas contrarias nos encontramos con la pandemia como en La marca del meridiano ocurría con la corrupción policial y la situación de Cataluña o en Desde los escorpiones con las guerras contemporáneas en las que España se vio implicada, sin olvidar la huella del terrorismo de ETA, eje central de El mal de Corcira, una de los mejores entregas de la serie. Con ella viajó al pasado de Vila con la idea de ir completando la vida de ficción de este guardia civil de origen uruguayo. ¿Qué nos espera en próximas entregas? ¿Montevideo, quizás?

En las páginas finales da alguna sorpresa y deja intuir las líneas de la decimoquinta entrega. El propio Silva comenta a El Pais que Vila pasará a tener un destino en la UCO, "lo que quiere decir que podrá intervenir en otras investigaciones, no solo homidicios, aunque con Chamorro seguirá colaborando en ese ámbito". Les queda cuerda y lo celebramos. Larga vida.



Las fuerzas contrarias

Lorenzo Silva

Destino, 2024

408 páginas. 22,90 euros


El Pais. Babelia Núm. 1.747. Sábado 17 de mayo de 2025



lunes, 26 de mayo de 2025

Pequeños lectores sin estereotipos

La asociación Scosse presenta en la Feria del Libro Infantil y Juvenil de Bolonia una selección de 1.000 títulos para combatir la violencia machista






Arriba, una ilustración de La ola editado por Barbara Fiore, y debajo, doble página de Orejas de mariposa (Kalandraka).

Tommaso Koch

Madrid

Una niña de pelo negro y vestido gris se planta en la orilla del mar. Azul, inmenso, inquieto. El cielo, blanco como la playa, completa los colores en las páginas: apenas cuatro. Palabras menos aún: ninguna. Con tan básica paleta, Suzy Lee pintó hace casi dos décadas uno de los álbumes infantiles más celebrados de este siglo. Desde que La ola se publicó, allá por 2008, no ha parado de ganar lectores y premios. Ha sido aplaudido por las ilustraciones, la atmósfera, por contar toda la infancia sin necesitar texto, solo con el vaivén del agua. Ahora, la obra acaba de sumar otro mérito: ha entrado en la selección de libros para contrastar la violencia machista que la asociación italiana Scosse (Sacudidas) presentará la semana próxima en la Feria del Libro Infantil y Juvenil de Bolonia, la más importante del sector.

"Hemos partido de una reflexión. Una persona pequeña expuesta a muchas ideas crea en su cabeza un imaginario rico que puede favorecer comportamientos más respetuosos hacia su entorno. Si individualiza qué le hace estar cómoda y a quienes les rodean, tiene más posibilidades de contrastar situaciones donde puede surgir violencia", explica Elena Fierli, una de las responsables de Scosse. Su asociación lleva desde 2011 volcada en tres pilares: activismo transfeminista, investigación académica y educación, a través de talleres en colegios, con el profesorado o la Administración pública. Entretanto, lanzaron el proyecto Leggere sensa stereotipi (Leer sin estereotipos), un catálogo que suma 350 recomendaciones de libros y en Bolonia desvelará su reciente actualización hasta 1.000 títulos. La evolución de esa búsqueda llevó últimamente a Scosse hacia álbumes infantiles que trataran algún tipo de violencia. Cuenta la experta que la propia escasez, de partida, fue una primera respuesta.

Algunos de los títulos disponibles en España son Sirenas (Kókinos), de Jessica Love, sobre un niño que se divierte disfrazándose de mujer pez; Sexo es una palabra divertida (Bellaterra), de Cory Silver, que intenta impulsar conversaciones sobre cuerpos, género o consentimiento con lectores a partir de siete años; ¡En familia! (Takatuka), de Alexandra Maxeiner y Anke Kuhl, un repaso con cierto humor absurdo a distintos hogares; o Julia, la niña que tenía sombra de chico (El jinete azul), reedición del clásico de 1976 de Christian Bruel y Anne Bozellec sobre el derecho a ser uno mismo.

La actualidad añade relevancia a la labor de Scosse. Pese a la reducción de los asesinatos machistas, en 2024 hubo 114 y 47 vidas truncadas en Italia y España -datos del observatorio que elabora la organización italiana Non una di meno y del Gobierno español-. El Ejecutivo italiano acaba de enviar al parlamento un diseño de ley para crear el delito de feminicidio, endurecer las condenas, reforzar las formación especializada dentro de la justicia y obligar al fiscal a escuchar personalmente a la víctima de violencia, sin que pueda delegar el interrogatorio a la policía, entre otras medidas. Pero Fierli admite que las encuestas entre los jóvenes despiertan temores de cara al futuro, e incluso al presente. Además de las dudas de que tal vez los avances logrados se antojen menos sólidos de lo esperado.

En España, solo el 35,1% de los chicos entre 18 y 26 años se considera feminista, el porcentaje más bajo de entre todas las franjas de la sociedad; enfrente, las chicas de la generación Z proporcionan la mayor adhesión: el 66%, según una encuesta de 40dB. para EL PAIS y la Cadena SER presentada el año pasado. Pero un reciente análisis en 24 países (con miles de entrevistados entre España, Italia, Francia, Alemania, Reino Unido, Suecia, Brasil, EE UU o Japón) arroja respuestas casi idénticas: solo un 32% de los chicos de entre 14 y 26 años se califica de feminista, un 59% cree que se espera "demasiado" de los hombres en la lucha por la igualdad y un 57% considera que la batalla ha ido tan lejos que ahora se les está discriminando a ellos. En los tres casos, el estudio -de Ipsos UK y el Global Institute for Women´s Leadership del King´s College de Londres - muestra que la generación Z es la que arroja la mayor brecha entre las convicciones masculinas (los hombres de esta edad son los más reacios de toda la encuesta) y femeninas (se colocan como las más volcadas con la causa en casi todas las preguntas formuladas). ¿Pueden los libros hacer algo al respecto?

"El problema existe y es muy grande. Entre los adolescentes se está extendiendo una cultura de atención al género, la identidad y una sexualidad más libre. Pero también se está fortaleciendo la visión de la extrema derecha. En un colegio encuentras cada vez a más gente no binaria, que se expresa como quiere. Pero lo mainstream es cada vez más conservador", apunta Fierli. Como buen espejo del mundo, la literatura infantil y juvenil refleja ambas realidades. Varios autores, editores y expertos subrayaban justo en la feria de Bolonia de 2024 los grandes avances en igualdad e inclusividad. La edición de este año también acogerá una charla sobre cómo acercar la literatura a los jóvenes varones y narrar los hombres del futuro. Sin embargo, a la vez, las mismas voces alertaban sobre una vuelta de muchos libros al amor que siempre se llamó tradicional. El éxito de la corriente literaria Enemies to lovers (de enemigos a amantes) incluye novelas donde se normaliza el abuso, algo de lo que han sido acusados superventas como Traficante de lágrimas o After.

La conclusión principal de Fierli es que hay que redoblar los esfuerzos. Ahí está su catálogo de libros infantiles que desmontan estereotipos de género. Muchos de los álbumes que aparecen están disponibles en España. Pequeña belleza, Más allá del bosque, El árbol de los recuerdos u Orejas de mariposa figuran en una selección que junta viejos clásicos como Pequeño azul y pequeño amarillo, de Leo Lionni; Elmer, de David McKee, o La oruga glotona, de Eric Carle, con autores contemporáneos de renombre como Beatrice Alemagna (Los cinco desastres) o Chris Haugton (Un poco perdido). También Con Tango son tres (Kalandraka), inspirada en la historia real de dos pingüinos machos que adoptaron un cachorro y que desató en EE UU la ira de familias conservadoras y una batalla por sacarlo de colegios e incluso librerías.

Esas familias, o una mirada escéptica, detectarán en la selección de Scosse sobre todo las obras con un enfoque evidente ya desde el título, pero la lista incluye muchos álbumes de reconocida calidad, que apuestan por la narrativa en lugar de la moraleja, simplemente en un marco libre de viejos prejuicios. "También identificamos libros negativos, o controvertidos".  No los incluyen en sus listas públicas, sino que los guardan para utilizarlos en las formaciones. Resulta que también sirven para construir un mundo mejor. Aunque sea a su pesar.


El Pais. Sábado 29 de marzo de 2025

domingo, 11 de mayo de 2025

Cosas así decían los grandes

Las horas paganas / Manuel Vincent

Decía Joseph Conrad que hay dos clases de marineros: los que se embarcan apesadumbrados porque dejan en tierra a la familia, a los amigos y unos placeres sedentarios, y los que suben a bordo felices porque es la forma de sacudirse de encima líos domésticos, deudas, pendencias y falsas promesas de amor poniendo todo un océano por medio. Joseph Conrad pertenecía a esta segunda clase de marineros. Era un polaco que empezó a escribir cuando se había jubilado después de haber adquirido toda clase de experiencias en el mar y lo hizo en un inglés aprendido y reverenciado, que le vibraba en el pulso con la misma tensión de la caña de los navíos que pilotó cuando era marino mercante. El mar es una moral. Un escritor se mide frente al mar, eso decía.

En Lord Jim, la serenidad frente a la desgracia; en Nostromo el ansia de poder, y En el corazón de las tinieblas la penetración hasta el fondo de la miseria humana. En este sentido Conrad no se permitió una sola zozobra, ni una página ridícula, pero no fue así su vida en tierra. Pese a su fama internacional que le dieron sus libros tuvo que vivir luchando de nuevo con las deudas, con la enfermedad de su mujer, con los problemas de su hijo Borys, con la ruina de su cuerpo apalancado en un sillón en su residencia de Oswalds, cerca de Canterbury, y con los celos de viejo enamorado de una adolescente que para él supuso un proceloso mar imposible de navegar.

Decía William Faulkner de sí mismo unas veces que era heredero de un terrateniente del condado, coronel William Clark Falkner, propietario del ferrocarril y banquero, y otras que era hijo de una negra y de un cocodrilo. Empezó a trabajar en oficios inestables, cartero, pintor de brocha gorda, dependiente de librería e incluso portero de prostíbulo, todos bien rehogados en alcohol. Decían los vecinos: "A ese chico de los Faulkner lo han echado de Correos por leer las cartas". Se fue a París, no conoció a Gertrude Stein, pero olió la vanguardia y se la trajo a Misisipi. Venía de unos versos fracasados que imprimió a su prosa dura por medio de una descarga poética alucinada de varias voces superpuestas. Su literatura describía las pasiones humanas como los meandros putrefactos del Misisipi en la desembocadura que arrastraban juntas la belleza y la escoria.

Todos sus sueños eran de grandeza. Tenía orgullo y cortesía, las dos cualidades esenciales que definen a un caballero del Sur y en este sentido a Faulkner para ser perfecto solo le faltó morir borracho de una caída del caballo, un don que estuvo a punto de conseguir. Kennedy solía adornar algunas de las cenas privadas en la Casa Blanca con famosos escritores y artistas del momento. Por su mesa habían pasado Norman Mailer, Saul Bellow, Arthur Miller, e incluso Pau Casals junto a todos los Sinatra de costumbre. Faulkner también recibió una invitación, a la que contestó: "Señor presidente, yo no soy más que un granjero y no tengo la ropa apropiada para ese evento. Ahora bien, si tiene usted algún interés en cenar conmigo con mucho gusto le invito a mi casa de Rowan Oak, en Oxford, Misisipi".

La casa a la que había invitado a cenar a John Kennedy era una mansión destartalada sin agua ni luz; de hecho, se pasó la vida escribiendo para convertirla en una prolongación de su ambición de ser un caballero del Sur con olor a establo, puesto que una de sus locuras fue reunir acres de tierras para llenarlos de relinchos de caballos.

Samuel Beckett, en 1964 en París., Gisele Freund (Getty)


Decía Samuel Beckett que solo tenía dos certezas: que había nacido y que tenía que morir. La vida era un caos que se producía entre dos silencios, uno antes de nacer y otro después de morir. Un día al doblar una esquina en Montparnasse fue acuchillado por un vagabundo. La navaja se detuvo a un centímetro de su corazón. Cuando salió del hospital, Beckett fue a la cárcel a preguntar a su agresor por qué lo hizo y el vagabundo le contestó: "No lo sé". Fue este absurdo el que le hizo ver la vida como era.

A partir del éxito de su comedia Esperando a Godot, todos los críticos le preguntaban quién era ese Godot al que todo el mundo espera y nunca llega. ¿Era Dios?¿Era la belleza?¿Era el propio Beckett? Él decía que si lo supiera lo habría escrito. Puede que fuera un ciclista llamado Godeau, famoso porque siempre llegaba el último fuera de control en la vuelta ciclista a Francia y el público siempre lo esperaba. En un viaje de París a Dublín, Beckett oyó que el sobrecargo del avión decía a los pasajeros: "Les hablo en nombre del comandante Godot". El escritor estuvo a punto de tirarse en marcha.

Por su humor poético, deslumbrante y sin sentido recibió el premio Nobel en 1969. Al enterarse de la noticia estaba en Tánger. Solo dijo: "¡Qué catástrofe!". Y se perdió en el desierto. Cosas así decían los grandes.


El Pais. Sábado 1 de marzo de 2025

jueves, 13 de marzo de 2025

Alicia en el país de las pesadillas

 Por Marta Sanz

Un pingüino en mi ascensor. Un elefante en la cacharrería -o en la bañera-. Una burra en un garaje. Un africano por la Gran Vía. Una profesional bonaerense en una residencia de estudiantes de Heidelberg. En la habitación alemana. En una habitación alemana que no está en Berlín ni Hamburgo ni Fráncfort, sino en ese lugar llamado Heidelberg que no fue destruido por las bombas durante la Segunda Guerra Mundial. Se riza el rizo y el entorno rutinario que ilumina por el efecto de la disonancia y la imprevisibilidad: "Mi baño, mis toallas, mi cocina, mis ollas, mi living, mi sillón, mi biblioteca, acá mi pequeño jardín, mis plantas, mi regadera, mi pájaro muerto en el césped...". Es como si Maliandi pusiera en práctica los aprendizajes de talleres de escritura creativa a los que quizá no haya asistido nunca. Da igual. El texto es amargo, tierno, a ratos divertidísimo. Una mujer, dolida y desubicada, vuelve al exótico lugar de su infancia, donde su papá fue profesor cuando era pequeña, y vive experiencias que se parecen al viaje de Alicia en el país de las maravillas: una luminosa muchacha japonesa suicida y le lega los bienes, entre ellos sus zapatos; un chico tucumano se convierte en fiel escudero; el fiel escudero, que dice ejermosa para expresar su admiración por la casa en la que la protagonista encuentra el pájaro muerto, tiene una hermana, Marta Paula, que llama por conferencia desde Tucumán para comunicar los vaticinios de una pitonisa peligrosísima; la señora Takahashi -soy fan-, no disimula su atracción sexual hacia los jovencitos; hay un karaoke, cenas, hospitales y subidas al castillo de Heidelbarg, que para mí es un lugar misterioso y bellísimo. La protagonista-narradora, rodeada de sombreros locos, está atrapada de sombrereros locos, está atrapada en un tiempo que ella misma ha cerrado en bucle. Un tiempo que es casi una cualidad del espacio. se dice que Maliandi no escribe sobre el crecimiento personal y es cierto; sin embargo, a mi me parece que escribe sobre la perplejidad de los aprendizajes. Y los aprendizajes de la perplejidad. Como en Alicia, también los reflejos tienen importancia. La fusión de las imágenes en dos espacios aparentemente distintos.

Hay que felicitar a la editorial Barrett por haber rescatado esta novela publicada en 2017. De vuelta al humor, me pregunto si hoy a la autora se le habría ocurrido escribir ejermoso reproduciendo el sonido de cierta habla tucumana o retratar a la señora Takahashi. Espero que sí. Carla Maliandi muestra su sabiduría a la hora de construir personajes, articular tramas, conseguir efectos de extrañeza. Pero, sobre todo, destaca por un finísimo sentido del humor y un toque de locura contenida que le permiten hablar del duelo y de la pérdida de las razones para vivir, de la semilla oscura, a través de las claves del relato maravilloso, lo absurdo y lo onírico. La ausencia de sentido de la vida trasciende los códigos del existencialismo o de la filosofía de los pensadores que deambularon por Heidelbarg, y se coloca sobre el alambre funámbulo de una antiheroína que vive en lo pequeño y lo risible. Detrás del duelo llega una esperanza sin ingenuidad, que adopta múltiples formas y nace en los lugares más inesperados. La nieve, el Neckar, el regazo caliente de un bisonte. Que magnífico final. Síntesis pura.



La habitación alemana

Carla Maliandi

Barrett, 2024

160 páginas. 17,90 euros


El Pais. Babelia Núm. 1.730. sábado 18 de enero de 2025


martes, 11 de marzo de 2025

Una novela negra furiosa y combativa

La escritora Ivy Pochoda. Maria Kanevskaya (Siruela)


Por Juan Carlos Galindo

Es probable que los lectores que lleguen por primera vez a Ivy Pochoda a través de estas páginas se sientan un poco perdidos, en particular si se trata de aficionados a la novela negra. No se preocupen han aterrizado en otro planeta literario, uno que brilla sin necesidad de estrellas que le den calor, un universo autónomo dentro del género, el planeta Pochoda. Sigan. No se arrepentirán.

Florence Florida Baum es una reclusa de una prisión de mujeres en Arizona. Estamos al principio de la pandemia y l vida en la cárcel se complica. además, esta niña bien de fondo oscuro tiene una amenaza constante, Diana Diosmary Sandoval, alias Dios. La primera parte, la carcelaria, tiene ya esa potencia de la literatura de Pochoda, que vimos en Esas mujeres (siruela, 2022): voces que no sabes de dónde vienen, temblores en el lector, potencia a raudales, mujeres que valen por sí mismas, sin mediaciones masculinas, enseñando los dientes.

La libertad será solo el principio de algo. a Dios y a Florida les une un oscuro secreto, uno que apela directamente a la gran pregunta de la novela negra: ¿qué tenemos ahí dentro, muy al fondo, que nos hace pasar en ciertas circunstancias ciertos límites? Porque hay que avisar al lector de dos aspectos esenciales de esta historia. Por una parte, no es procedimental -a pesar de la presencia, muy potente, de una mujer policía-, tampoco una novela enigma, sino que bordea el género y lo retuerce. Por otra parte, Florida y Dios no tienen una sola cara, no son solo víctimas, ni perpetradoras, no son de una pieza y nunca serán mujeres fatales. Hay furia contenida y furia desatada, contra los monstruos interiores y contra las barbaridades del sistema. Se siente sobre ellas el peso de un mundo diseñado por hombres, de su violencia y desconsideración, pero no esperen llanto aquí. Ahora bien, cuidado: la autora no juzga ni justifica, en un ejercicio literario complicado del que sale viva gracias al poder de las voces que pueblan el relato.

Un poco antes de la mitad el libro da un salto. Podría haberse quedado en una road movie alocada con dos mujeres aplastadas por el peso de la culpa, el pasado y la violencia de sus actos. Pero entonces no estaríamos ante una novela de Pochoda, que incluye aquí al personaje que da equilibrio a todo: la inspectora de policía Lobos (cuántos habrían hecho ocho novelas solo con este personaje), una mujer con una enorme rabia contenida que tiene un origen común al de Florida y Dios, pero contra el que ella lucha de otra forma.

Queda el contexto, porque Florida huye a Los Ángeles, su casa, una ciudad en constante destrucción, que en la novela aparece como un lugar fantasma atravesado por los efectos de la pandemia (y no tan distinta a la del Harry Bosh de Michael Connelly o la del reciente y vibrante Silencios que matan, de Jordan Harper). La protagonista se adentra en los asentamientos masivos de personas sin hogar, no tan lejos de la mansión familiar, y el lector alucina, conoce otras formas de violencia, se ahoga con la protagonista en esa ciudad apocalíptica.

"Al final lo hecho, hecho está, y no hay manera de deshacerlo. Que otros busquen la moraleja si la quieren", dice uno de los personajes hacia el final, un remate justo y nada reparador, violento, de una historia que no pretende tranquilizar conciencias.

Uno de los grandes méritos de Ivy Pochoda es que no hace una sola concesión al espectáculo, pero el lector queda igualmente atrapado; no utiliza el ritmo del thriller, pero no se puede parar de leer, es imposible escapar de su hechizo. Una melodía de muerte y destrucción no es Esas mujeres, uno de los libros más potentes del género en la última década, pero no deja de ser turbador y magnífico.




Una melodía de muerte y destrucción

Ivy Pochoda

Traducción de Pablo Gonzalez-Nuevo

Siruela, 2025

304 páginas. 24,95 euros


El Pais. Babelia Núm. 1.734. Sábado 15 de febrero de 2025

martes, 11 de febrero de 2025

Cervantes en Lisboa por Javier Rioyo


Miguel de Cervantes pasó dos años felices y misteriosos en Portugal. Conoció amores y decepciones. Entre la primavera de 1581 y la de 1583, con alguna escapada, tiene su inestable residencia en Portugal, principalmente en Lisboa. Un periodo de la vida de nuestro genio que todavía sigue siendo una de las páginas menos conocidas, estudiadas, contadas y controvertidas de su aventurera existencia.

Todos los biógrafos hablan de su estancia, como pretendiente en corte, en busca de los favores de Felipe II en los primeros momentos de su reinado portugués. Y todos pasan deprisa sobre los trabajos, los días y las noches de nuestro excautivo en aquella capital del mundo occidental. Años de esplendor y conquistas en una ciudad que vivía entre el contento y el descontento, entre el derroche y el sometimiento, la llegada, más o menos pacífica, de ese nuevo rey que venía de Castilla. El rey Felipe, aconsejado por Cristóbal de Moura, repartió bienes, concedió títulos y ganó con dádivas a sus nuevos cortesanos.

Miguel, con más de treinta años, sin oficio ni beneficio, la familia endeudada a causa del rescate de su cautiverio, un muñón en su mano izquierda -la sola "condecoración" de su paso por Lepanto- y con las honestas pretensiones de ser recompensado, se lanza una vez más al camino. Atrás se queda su complicada familia, sus compañeros de infortunios y toda una grey de pedigüeños que quieren pasar por héroes de batallas navales. Fanfarrones que pululaban por la corte - que sólo tenían de la Naval, o de "nabales", según Quevedo, el haber comido nabos- toda una turbamulta de vulgares pretendientes con los que el digno y pobre hidalgo Miguel no quería ser confundido.

Miguel de Cervantes. Retrato del escritor de Alcalá de Henares (1547-1616). La litografía es de Célestin Nanteuil, realizada en el siglo XIX.

Con todos se tuvo que mezclar en su vida errante. No tardó en darse cuenta de que él "no servía para la corte". Aunque no dejó de intentarlo.

Lisboa estaba en cuarentena por la peste. La ciudad enriquecida y dorada por el oro de América, adornada por las telas de Oriente, se preparaba para la llegada del nuevo rey que esperaba en la ciudad de Thomar. Allí, rodeado de sus cortesanos, entre otros Mateo Vázquez, el mejor contacto de Cervantes, el rey se sintió liberado de severidades. Se despojó de su negra ropa, de la severa golilla y se "vistió bizarramente, de ricas telas y alegres colores a la portuguesa". Se desmelenó el monarca. Cuando llegó a Portugal, las "regatonas y placeras" de la Rua Nova dijeron: "Qué buen rey, qué mal empleado en los castellanos".

En ese ambiente llegó Miguel. Se fascinó con la ciudad y sus damas. "Para galas Milán, para amores Lusitania". Pretendía conseguir destino en América o empleo que le permitiese tiempo para sus pasiones poéticas y amorosas. De sus moradores escribe: Son agradables, son corteses, son liberales y son enamorados porque son discretos; y que la hermosura de sus mujeres admira y enamora". Algunos creen que allí tuvo a su hija natural Isabel de Saavedra.

Otros lo niegan, pero nadie sabe a ciencia cierta qué hizo, cómo vivió y con quién en Lisboa.

Consiguió una misión secreta para Orán y Mostagán por cien escudos que cumplió con celeridad. Regresó a Lisboa para dar cuenta de su misión. Y le perdemos la pista. Su hermano Rodrigo le encuentra en la ciudad antes de partir a las guerras para vencer la oposición al rey en las Azores. El iluso Miguel "estropeado" para el servicio de la milicia, veterano y excautivo, cree que es hora de que se le concedan favores reales.

No fue así, una vez más se le niegan capitanía y empleo. Volverá a Madrid. Comenzará su "profesión" de escritor. Llegarán La Galatea, las poesías y las comedias para los corrales. El dinero siempre le sería ajeno.

Y la vida y la literatura le esperaban con nuevas dichas y desdichas. El caballero andante buscaba su destino •

El Pais Semanal nº 2000 Domingo 25 de enero de 2015

lunes, 3 de febrero de 2025

Llega correo de Marte: se publican las iluminadoras cartas de Ray Bradbury

 Jacinto Antón

Ray Bradbury en Los Ángeles, California, en torno a 1980.

Michael Ochs Archives (Getty Images)

"Creo que va a haber que cambiar las fechas de la nueva edición de Crónicas marcianas", escribió el 7 de julio de 1996 Ray Bradbury al editor Lou Aronica al ver que la fecha original que daba su libro de 1950 para el inicio de la conquista humana del planeta rojo era 1999 -luego se desarrollaba hasta 2026- y la cosa estaba aún muy verde. "Será mejor posponerlo unos 30 años, ¿no?¿Para hacerlo coincidir con la expedición a Marte? Por favor, que alguien haga un cálculo aproximado y me contáis, ¿vale? La primera fecha en vez de 1999 podría ser 2029 y luego habría que calcular a partir de ahí, ¿de acuerdo? Así la NASA tendrá más de 30 años (de 1996 a 2029) para cumplir mi profecía".

La carta del escritor de ciencia ficción a quien más se asocia con Marte (con perdón de H.G. Wells y Edgard Rice Burroughs) y que pidió que sus cenizas sean llevadas y esparcidas allí cuando quiera que llegue la primera expedición (¿2029?, ya veremos, vuelve a estar muy cerca) es una de las que puede leerse en la interesantísima selección de su correspondencia que compone el volumen Recuerdo, que acaba de editar Minotauro (traducción del inglés de Pilar de la Peña Minguell).

El tomo, de medio millar de páginas, incluye casi 300 cartas entre las enviadas y recibidas por el autor de Crónicas marcianas y Fahrenheit 451. El libro proporciona una mirada excepcional sobre la vida y la creación de Bradbury (1920-2012) y pone de manifiesto la extensión de los contactos del escritor de Waukegan (Illinois) y lo abundante d su correspondencia. Entre los correspondientes que aparecen en el libro figuran otros autores, editores, cineastas, amigos, admiradores y familiares (una carta es a su mujer Maggie, a la que se ha sabido que engañaba). Bradbury se carteó, entre otros muchos, con Graham Greene, W. Somerset Maugham, Bertrand Russell, Gore Vidal, August Derleth, Stephen King o ¡Anaïs Nin! ("admiradora fiel", aunque sin duda tenían distintas ideas sobre Venus); y con grandes directores de cine como John Huston, Federico Fellini y François Truffaut. Sorprende encontrar correspondencia con personajes tan inesperados como Richard Bach, el mimo Marcel Marceau, Leon Uris, John Fitzgerald Kennedy o los dos presidentes Bush (las cartas son con motivo de la concesión de premios).

La selección de las misivas, que lleva por título el de uno de los poemas más emotivos del escritor, está dividida en 12 secciones en función de con quién se intercambiaron las cartas (mentores, escritores noveles, literatos contemporáneos, cineastas, editores y editoriales, agentes, amigos y familia), además de varias oficiales y algunas reflexiones de Bradbury. Las cartas, destaca el editor de las mismas, Jonathan R. Eller, que ha realizado una tarea monumental buscándolas por numerosos archivos y que las contextualiza una por una, "ofrecen la primera mirada sostenida a su vida interior, desde los últimos años de su adolescencia hasta su novena década".

A lo largo de la correspondencia va surgiendo un retrato completísimo de Bradbury con sus muchas luces (su entusiasmo, su alegría vital y su sentido de la maravilla, su generosidad) y sus sombras (inseguridad, vanidad, dificultad para aceptar las críticas). Pero, sobre todo, recalca Eller, en las cartas nos aparece es escritor irrepetible que "se centraba en las cosas que mejor conocía: las esperanzas y los miedos, los sueños y las pesadillas, los amores y los odios que surgen de la infancia y nos acompañan toda la vida". O como le escribe el propio Bradbury al crítico cultural Russell Kirk en 1967, "en el fondo, por encima de todo, lo que me mueve la mayoría de las veces es una inmensa gratitud por haber tenido esta ocasión única de estas vivo, de vivir una experiencia milagrosa que nunca deja de ser extraordinaria a la par que desconcertante".

"Flotad ligeros"

En otra carta, de 1951, nos deja otra recomendación muy raybradburiana, con tintes de su admirado Robert Frost, que merece encuadrarse: "Bueno, chicos, pescad, navegad, construid, escribid, echad unas cabezadas, montad a caballo, flotad ligeros por las tardes doradas que se avecinan". Y en otra, de 1958, escribe: "No puedo rebelarme contra lo que llevo en las venas. Las películas, las máquinas y la naturaleza, todo mezclado con magos, ferias y demás, encuentran un modo de resolver los problemas a través de mi obra".

Atraviesan las cartas, con mucha información biográfica, momentos tan destacados en la vida de Bradbury como el nacimiento de sus cuatro hijos, o la vez que vio a Laurel y Hardy en persona. El miedo al avión, el vía crucis y los desengaños y sinsabores de algunos proyectos. Ya en 1948 escribía: "El Futuro (¡con mayúscula!) se acerca rápidamente. La era de los cohetes se nos echa encima". A destacar las cartas que cruzó con Stephen King a propósito de La feria de la tinieblas. Particularmente emotivo, es asimismo el intercambio epistolar con Arthur C. Clarke, y la carta que este le escribe a Bradbury el 11 de agosto de 1992 recordando la muerte en abril de Asimov. "Aún estoy triste por lo de Issac. Empieza a quedarse muy sola la meseta de los dinosaurios, ¿no te parece?".

En las cartas del hombre que nos hizo soñar con el futuro aparece una consideración sobre los robots (1974) que muestra lo que hubiera podido opinar de la actual polémica sobre la inteligencia artificial (IA). "Y en cuanto a los robots a los que dices temer", le escribe al autor británico Brian Sibley, "¿por qué temer algo?, ¿por qué no crear con ello? No me dan miedo los robots. Me da miedo la gente, la gente, la gente. Quiero que sigan siendo humanos. Puedo ayudar a humanizarlos con el uso sabio y maravilloso de los libros, las películas, los robots, y mis propios pensamientos, mis manos y mi corazón. (...) Pero ¿los robots? Dios, los adoro. Los usaré humanamente para enseñar todo lo de arriba. Mi voz saldrá de ellos y será una voz maravillosa".


El Pais. Sábado 21 de diciembre de 2024