Palos de ciego
Lo confieso: hablo muchísimo solo. Lo confieso con alguna vergüenza, porque, salvo don Antonio Machado -que también hablaba solo y aseguraba que quien habla solo espera hablar con Dios algún día-, la humanidad parece considerar que a las personas que hablamos solas nos falta un tornillo. No digo que no, pero yo soy la persona más normal que conozco y sin embargo hablo solo; añado que no siento el menor interés por hablar con Dios algún día, a menos que se me certifique por escrito que al terminar la conversación podré volver a mi casa a tiempo para ver el partido del Barça.
Hay optimistas incurables que piensan que la mala fama del soliloquio es sólo una más de las taras de nuestra época; alegan que en los dramas y novelas antiguos los personajes proferían copiosos monólogos, alegan que eso ya no ocurre, alegan a don Quijote y a Hamlet. Optimistas más incurables aún piensan que la mala fama del soliloquio es sólo una de las taras del capitalismo; alegan a Jorge Ibargüengoitia, quien, tras su primer viaje a la Cuba de Castro, escribió que "en Cuba se habla con conocidos, con desconocidos y, cuando no hay nadie cerca, a solas".
Los optimistas incurables olvidan que don Quijote y Hamlet estaban locos (o casi), y que ya nadie escribe soliloquios por la misma razón que ya nadie viste miriñaque; los optimistas más incurables todavía olvidan que, con Castro o sin Castro, Cuba sólo se parece a Cuba, y sobre todo olvidan que Ibargüengoitia era un bromista.
YO NO. Yo creo que el soliloquio siempre ha estado mal visto, y que eso es injusto, entre otras razones porque hay mucha más gente que habla sola de lo que suele creerse. Me acuerdo de un relato de Haruki Murakami. Trata de un hombre y una mujer que se ven de vez en cuando para acostarse juntos. Un día la mujer le dice al hombre que habla solo, y el hombre casi se escandaliza. "¿Pero qué diablos hay de malo en hablar a solas?", le replica la mujer. "Son palabras que salen de modo espontáneo y nada más". Una mañana la mujer toma nota de lo que el hombre dice en la ducha, y el hombre no únicamente se da cuenta de que habla solo, sino también de que habla en verso y de aviones, que es un asunto en el que nunca había pensado. "El avión", recita a solas el hombre."Vuela el avión / Yo en el avión / Vuela / El avión / Pero aunque vuele / ¿Es el cielo / el avión?". No todo el mundo habla a solas en verso, desde luego, pero es posible que hablar solo se parezca a hablar en sueños: aunque casi todo el mundo lo hace, nadie se da cuenta de que lo hace hasta que alguien se lo dice. Por fortuna, yo me di cuenta de ello desde mi más tierna infancia, cuando mi madre me contó que de noche me levantaba, dormido y perorando, para buscar debajo de mi cama el cadáver de un hermano marista al que había asesinado de forma particularmente cruel; pero pocos deben de haber tenido la misma suerte que yo, y por eso hay gente que cree que no habla en sueños cuando en realidad habla en sueños y que no habla sola cuando en realidad habla sola. Al fin y al cabo, hablar solo, igual que hablar en sueños, es una forma de pensar en voz alta, y los seres humanos no somos más que bichos pensantes, criaturas que, como dice George Steiner, pueden dejar de respirar durante más tiempo del que pueden dejar de pensar, si es que en verdad pueden dejar de pensar. Naturalmente, hablar con otros es estupendo, pero, si no hay otros con quienes hablar, es lógico hablar con nosotros, es decir, con el otro que siempre va con nosotros, ese tipo a quien podemos decirle las cosas que no podemos decirle a nadie, y que son las únicas que de verdad importan.Por lo demás, hablar solo se parece a escribir, porque escribir se parece a hablar en sueños, a decir cosas que salen de modo espontáneo y nada más, a decir cosas que no se sabe muy bien lo que significan y que sin embargo significan más que las que se dicen despierto. De ahí que yo siempre haya sospechado que es bueno escribir un poquito dormido; y de ahí -esto sólo lo sospecho ahora- que escribir sea una forma socialmente aceptada de hablar solo, y que muchos hayamos querido ser escritores sólo para que nos dejen hablar solos sin incordios, para tratar por ejemplo de averiguar si algún día nos será posible hablar con Dios o si debajo de la cama se esconde el cadáver de un hermano marista.
¿QUÉ DIABLOS HAY DE MALO EN ESO? Machado lo hacía, y no estaba loco. Don Quijote y Hamlet también lo hacían y, aunque estuvieran locos, ahí siguen, dando guerra. En cuanto a Ibargüengoitia, murió el 27 de noviembre de 1983 en un accidente de aviación, cerca de Barajas; algunos dicen que fue su última broma, pero yo me pregunto si él también hablaba solo y si pensaba a menudo en aviones y si justo en el momento en que su avión se estrelló estaba tratando de averiguar si era el cielo el avión o el avión el cielo. Sea como sea, los demás seguimos tratando de averiguarlo, y por eso seguimos escribiendo, seguimos hablando solos. •
El Pais Semanal nº 1.851
Domingo 18 marzo de 2012
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