Póster de la película Dr. Jekylly Mr. Hyde, de 1931 LMPC (getty images)
SILLÓN DE OREJAS
Por Manuel Rodríguez Rivero
1. Glasgow
A mediados de los setenta del siglo pasado Glasgow era una de las más peligrosas y sórdidas capitales europeas, nada que ver con la ciudad agradable, cuidada y risueña que hoy acoge al viajero. La inseguridad urbana, consecuencia de la brutal crisis industrial y de las luchas entre gangs por marcar el territorio y delimitar las respectivas fronteras del lucrativo negocio de la droga, convertía muchos de sus barrios, como el célebre Possilpark, al norte del río Clyde, en lo que entonces se llamaban no-go áreas, zonas que era aconsejable no frecuentar por la noche. Aquel Glasgow de los setenta, del que ya quedan muy pocos vestigios, es el ambiente escogido por Alan Parks como escenario de su muy recomendable novela Bobby March vivirá para siempre (Tusquets), una excelente muestra de lo que James Elrroy, un fiable connoisseur llamó tartan noir, un marbete que, haciendo referencia a los tradicionales tejidos escoceses, se viene usando para referirse a la "modalidad" de literatura negra a la que se adhieren numerosos escritores autóctonos. Los críticos, que a veces se empeñan en justificar a posteriori las características de lo que han nombrado, sostienen que muchas de esas novelas reflejan el interés de sus autores por las personalidades divididas, por las paradojas de la realidad y la apariencia, por los personajes bipolares, como si quisieran rendir homenaje a la obra maestra de la literatura nacional del gótico tardío: El extraño caso delDr. Jekylly Mr. Hyde (1886), de Robert Louis Stevenson. Entre los novelistas que practican el llamado tartan noir podemos considerar, entre otros traducidos al castellano, a Ian Rankin (especialmente por su serie del inspector Rebus, publicada por RBA), que sitúa muchas de sus novelas en Edimburgo; a William Mcllvanney, del que no me canso de recomendar su antigua novela Laidlaw (RBA); a Val McDermid, una prolífica escritora de la que RBA ha publicado algunas novelas (entre ellas la tremenda Bajo la mano sangrienta, protagonizada por el conflictivo dúo de sabuesos Tony Hill, un psicólogo con desajustes sexuales, y la inspectora Carol Jordán); o a los aquí menos conocidos Denise Mina, Stuart McBride o Lin Anderson. Bobby March vivirá para siempre, tercera novela de Alan Parks, está protagonizada por el escasamente ortodoxo agente McCoy, un tipo atormentado que le da de vez en cuando a la coca y es una esponja para el whisky. En esta ocasión, McCoy se las tiene que ver con un guitarrista de rock muerto de sobredosis, con una chica de 13 años desaparecida y un encarguito con tintes políticos de su anterior jefe, que quiere que encuentre sin que se note a una sobrina que parece preferir el submundo de la ciudad a su confortable y convencional hogar. Todo ello en un Glasgow siniestro, deteriorado hasta la ruina y en plena ola de calor de julio de 1973, al tiempo que intenta sortear las trampas y humillaciones a las que le somete su actual jefe, un auténtico hijoputa. Estupendos personajes bien matizados y abundante color local de época. Buena traducción de Juan Trejo, que ha sorteado como ha podido el endiablado slang que se escupía en los barrios bajos de la ciudad hace medio siglo.
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